Maximiliano cruzó los oscuros límites del reino de los demonios, atravesando pasillos y escaleras que resonaban con sus propios pasos. El ambiente estaba cargado de una atmósfera densa y un olor a azufre se filtraba por el aire. Llegó finalmente a la imponente sala del trono, donde su hermano, el rey Maximus, lo aguardaba con gesto serio pero alegre de ver a su hermano mayor de regreso en casa.
– ¡Maximiliano, has vuelto! – exclamó Maximus, levantándose de su trono y estrechando los hombros de su hermano.
– Sí, hermano, he logrado cerrar las negociaciones con los señores demonios – respondió Maximiliano con voz firme, aunque su mirada reflejaba una sombra de melancolía.
El rey observó atentamente a su hermano mayor y notó la pesadez en sus ojos. Intrigado, le pidió detalles sobre las reuniones, pero Maximiliano evitó e