Una noche, mientras el viento aullaba fuera de la cueva y las sombras danzaban al compás de las llamas de una hoguera improvisada, Luther se acercó al dragón y se acurrucó junto a su enorme cuerpo – Papá, cuéntame una historia – pidió con ojos brillantes de curiosidad.
El dragón, conmovido por la confianza del niño, comenzó a narrar una antigua leyenda de su especie, una historia de dragones nobles y batallas heroicas. Mientras hablaba, no podía evitar sentir una conexión creciente con Luther, una sensación de protección y cuidado que era nueva para él.
Luther, absorto en el relato, lo interrumpió de repente – ¿Y tú, papá? ¿Eras como esos dragones?
El dragón suspiró, sus ojos llenos de una tristeza profunda – No, pequeño. Mi vida ha sido muy diferente. He conocido más