El inicio de una historia: tercera parte.

El viaje continuaba, y lamentablemente, debían abandonar ese pequeño oasis que se erguía como un refugio en medio de un entorno tan despiadado y hostil. Los rayos del sol del mediodía ardían en el cielo despejado, creando un calor abrasador que hacía que el aire vibrara con una especie de electricidad.

El joven príncipe, de porte noble, había expresado su protesta en el momento en que se discutió la idea de abandonar tan confortable entorno. Su voz, marcada por la juventud y la autoridad, resonó en el oasis como una campana clara – ¿Por qué debemos dejar este lugar? Es un refugio en medio del este entorno horrible.

Sin embargo, a pesar de sus palabras, parecía estar tratando de convencerse a sí mismo de que la decisión de continuar era la correcta. Miró el horizonte árido y suspiró, como si estuviera luchando internamente con la necesidad de seguir adelante en aras de la misión que se autoimpuso.

Claro que Eleanor, observaba todo esto desde la distancia, sus ojos vivaces y perspicaces analizaban la situación. Le resultaba inquietante que el joven príncipe hablara consigo mismo en voz alta, como si estuviera tratando de persuadir a sus propios miedos y dudas. Ella conocía la importancia de la misión, pero también entendía la lucha interna que el joven estaba experimentando en ese momento.

Caminando hacia él con pasos gráciles, ella colocó una mano en su hombro y habló con su voz suave pero firme – Marck, debemos continuar.

El príncipe asintió, agradecido por la presencia y las palabras de Eleanor. Sabía que tenía que seguir adelante, que el deber estaba por encima de la comodidad momentánea. Respiró profundamente y dirigió su mirada hacia el horizonte, decidido a enfrentar lo que viniera a su paso.

……………………                                                                                                                                              

Al inicio de la travesía, la santa se reveló como alguien de pocas palabras, sumida en su propio silencio. Durante la mayor parte del viaje, fue el joven quien habló libremente, como un torrente de palabras que fluía para llenar el vacío del silencio. El paisaje agreste del volcán, con su tierra reseca y la imponente presencia del coloso, parecía ser un testigo mudo de su viaje.

A medida que avanzaban por el terreno del volcán, la hostilidad del entorno parecía disminuir gradualmente. Los pedregales cedían paso a zonas más verdes y, al mismo tiempo, su inclinación se volvía menos pronunciada. El sol brillaba alto en el cielo, calentando sus espaldas y fundiendo el horizonte delante de ellos.

Sin embargo, las cosas no se tornaban más fáciles. Una gran barrera se alzaba ante ellos, un acantilado que descendía abruptamente y que debían atravesar para seguir su camino. La mirada del joven se perdió en el vacío que se extendía más allá del abismo. No pudo evitar sentir una punzada de preocupación al ver el vasto mar de árboles que se extendía al otro lado.

La santa, siempre en su serena quietud, finalmente rompió su silencio, su voz suave pero llena de autoridad – No debemos subestimar este desafío, joven. La naturaleza puede ser peligrosa y debemos estar preparados para lo que encontremos.

El joven asintió, juntos se acercaron al borde del acantilado, sus miradas fijas en el desafío que tenían por delante.

Después de un largo período rodeando el acantilado, finalmente encontraron un desvencijado puente colgante que se alzaba como una araña titilante sobre el abismo. Las tablas de madera crujían bajo sus pies mientras avanzaban con precaución por el angosto sendero. El viento soplaba con fuerza, haciendo que las cuerdas que sostenían el puente oscilaran amenazadoramente. Debajo de ellos, la caída era vertiginosa, y el rugido del río que serpenteaba en el fondo parecía una advertencia constante de la naturaleza.

Justo cuando estaban atravesando el puente,  Marck, decidió romper el silencio que había perdurado durante gran parte del viaje. Se dirigió a la santa con un tono preocupado y respetuoso – Estimada santa, si está cansada, luego podemos detenernos. No quisiera presionarla más de lo necesario.

La santa, con su mirada tranquila, lo observó con gratitud por su consideración. Aunque su rostro estaba curtido por el sol y el viento, su expresión reflejaba sabiduría y comprensión –No, Marck, estoy bien. Aún podemos seguir un poco más antes de buscar un lugar adecuado para acampar. La noche se avecina, y debemos avanzar lo máximo posible antes de que caiga la oscuridad.

Por desgracia, el destino no estaba de su lado cuando Marck dio un paso adelante un crujido agónico resonó en el aire y antes de que pudiera reaccionar, el tablón bajo sus pies se partió en dos, y el joven se encontró en una caída libre hacia el abismo. El mundo a su alrededor se convirtió en una ráfaga de movimiento y sonidos aterradores, mientras su corazón latía con una furia incontrolable.

Afortunadamente, en medio del caos, Marck logró mantener la sangre fría y se aferró a un trozo de cuerda que pendía del puente. El aire cortante silbaba a su alrededor mientras luchaba por mantener su agarre y evitar una caída segura hacia las fauces del abismo.

El grito desesperado de Marck resonó en el aire, su voz cargada de miedo y urgencia – ¡Ayuda! – La santa, que había continuado unos pasos más adelante, se volvió en un instante al escuchar el llamado angustiado de su joven compañero. Sus ojos se abrieron con alarma y determinación mientras corría de regreso hacia el joven, los pliegues de su túnica ondeando detrás de ella.

Eleanor reaccionó con una rapidez sorprendente. Extendió su mano hacia el joven para ayudarlo a subir, pero en medio de la tensión y la urgencia del momento, el guante de su mano izquierda se deslizó. La mano quedó al descubierto, casi soltando al joven en medio del precipicio.

El grito desesperado del joven resonó en el aire, llenando el escenario de angustia. Mientras sujetaba desesperadamente la mano restante de Eleanor, su rostro mostraba una expresión de pánico y confusión. No entendía por qué Eleanor no lo estaba ayudando con su mano libre, y la incertidumbre aumentaba su temor.

La cara de Eleanor, por otro lado, revelaba una lucha interna. Estaba paralizada por el miedo, pero no era el temor a la caída lo que la había inmovilizado. En lugar de eso, una sombra de preocupación cruzaba sus ojos. Marck, en su estado de miedo, no entendía la razón detrás de su indecisión para ayudarlo. La escena estaba llena de confusión y tensión, mientras luchaban por superar el obstáculo que se interponía entre ellos y la seguridad.

– ¡Marck, céntrate en mi voz, en mi mirada! Estoy aquí, no te soltaré – le aseguró con la poca determinación que pudo reunir.

Con movimientos algo torpes y sin perder más el tiempo, la santa extendió la mano hacia el joven, quien, con un esfuerzo sobrehumano logró alcanzarla. Sus dedos se cerraron alrededor de la mano firme de la santa, y con un tirón enérgico, Marck fue sacado del borde del abismo y de vuelta al puente. La tensión de la cuerda, la fuerza de la santa y la valentía del joven habían evitado una muerte segura en ese momento crítico. Recuperó su aliento, su corazón aun martilleando en su pecho, mientras la santa le miraba con un gesto preocupado.

La tarde se iba despidiendo con un último resplandor dorado en el horizonte, y el puente colgante parecía temblar bajo la tensión de la escena. Eleanor, con su mirada serena y habitual, se vio completamente desafiada por la crisis inesperada. La confusión y el miedo se reflejaban en su rostro, una expresión inusual para una mujer tan fuerte y decidida.

El frondoso bosque se desplegaba ante ellos como un manto de misterio y vida, sus árboles altos y densos parecían custodiar los secretos que se ocultaban en su interior. Los rayos del sol se filtraban tímidamente a través de las hojas, creando un juego de luces y sombras en el suelo cubierto de hojas y musgo. El silencio del bosque era un bálsamo para sus almas, una pausa necesaria después del aterrador momento que habían enfrentado.

Marck y Eleanor, con los latidos de sus corazones aún resonando en sus oídos, se tomaron un instante para recuperarse. Sus miradas se cruzaron, y pudieron leer en los ojos del otro la mezcla de alivio y asombro por haber superado el peligro inminente. La santa respiró profundamente, como si el aire puro del bosque pudiera calmar las emociones que aún corrían por sus venas.

De reojo, Marck observó a Eleanor mientras ella se colocaba un guante aparentemente sacado de algún bolsillo secreto entre su ropa, se deslizó con precisión sobre la piel de ella con destreza. La necesidad de recuperarse había llevado a la santa a guardar silencio sobre su gesto, pero ahora sentía la curiosidad de indagar. El guante,

Él había imaginado que ese guante ocultaba cicatrices o heridas en las manos de la santa, como marcas de un pasado doloroso. Pero para su sorpresa, las manos de la santa ahora cubiertas por el guante, lucían absolutamente impecables. La piel era suave y sin rastro de lesiones.

Finalmente, la curiosidad lo impulsó a preguntar – Santa, si no es una indiscreción, ¿por qué usa guantes?

La santa sonrió, apreciando la pregunta, y sus ojos reflejaban una sabiduría que trascendía su apariencia serena – Este guante, es un recordatorio. No de cicatrices en mis manos, sino de las cicatrices en mi alma. Hay heridas que no se ven, pero que dejan una marca profunda. Cada día, este guante me recuerda que el valor reside en nuestras acciones y en cómo enfrentamos nuestras propias batallas.   

Marck asintió, reconociendo la sabiduría de sus palabras, mientras juntos se adentraban en el bosque, listos para enfrentar las incógnitas que se presentarían en su siguiente etapa de la travesía.

El bosque los rodeaba con una profusión de verdes, susurros de hojas moviéndose al ritmo del viento y el canto de aves que rompía el silencio del bosque. La luz del sol filtrándose entre las hojas creaba un juego de luces y sombras en el suelo, como si el bosque mismo estuviera tratando de reconfortar sus almas tras el reciente susto.

– Gracias... gracias por salvarme – las palabras del joven Marck resonaron en el aire como una melodía de gratitud. Su mirada reflejaba un genuino agradecimiento, y dejó de lado la confusión que había sentido anteriormente. Ahora, comprendía que lo que había ocurrido en el puente había sido el resultado del pánico en un momento de crisis.

Eleanor, por su parte, se estremeció ante esas palabras de gratitud. La sorpresa en su mirada revelaba que no esperaba el agradecimiento del joven. Un nudo se formó en su garganta mientras luchaba consigo misma por no caer en el pánico que se había apoderado de ella en el puente. Los dedos de sus manos jugaban inquietos con el guante, ajustándolo de manera automática como si buscara encontrar una sensación de control.

Finalmente, la santa decidió no responder con palabras, ya que, en ese momento, las emociones la sobrepasaban. En cambio, asintió levemente, transmitiendo su aprecio por el gesto de Marck.

Con el susto inicial aún fresco en sus mentes, ambos sabían que necesitaban un descanso. Se merecían un respiro tras la intensidad del momento. Así que, en silencio, se dispusieron a encontrar un lugar adecuado para descansar y recobrar fuerzas para los desafíos que aún les aguardaban.  

…………………..

El bosque parecía un mundo aparte, con su atmósfera cargada de misterio y serenidad. Los rayos dorados del sol se colaban tímidamente entre las hojas de los árboles, creando un juego de sombras y luces en el suelo tapizado de hojas y musgo. El canto de los pájaros, melodías de la naturaleza, rompía el silencio del bosque y parecía darles la bienvenida a su interior.

Marck caminaba a la par de la santa, una sombra de curiosidad rondando en sus pensamientos. Desde un punto de vista, le hubiera gustado entablar una amistad con Eleanor, una figura enigmática pero poderosa. Sin embargo, también entendía que las amistades no podían forzarse y que cada uno tenía sus razones para mantener ciertos aspectos de su vida en privado.

La santa mostraba una renuencia a hablar de sí misma, incluso cuando él la instó a hacerlo. Cada pregunta sobre su pasado o su historia encontraba un muro de silencio. Pero, a pesar de ello, Marck sentía un profundo agradecimiento por su compañía en ese viaje.

Mientras caminaban en silencio por el bosque, el joven decidió expresar su gratitud de nuevo.  – Eleanor, a pesar de que seas reservada, estoy agradecido de que estés aquí conmigo. Este viaje sería mucho más difícil sin tu presencia.

 La santa le miró con una mirada suave y aunque no habló, su mirada expresaba una complicidad compartida.

La noche caía en el bosque, y el crepitar de la fogata se alzaba como una canción de susurros y luces danzantes en el aire fresco. Marck se encontraba sentado frente al fuego, la expresión de sus ojos cansados reflejaba la soledad que sentía en ese momento. La santa, envuelta en su capa, se había quedado dormida hace rato, y su respiración tranquila aportaba una serenidad al campamento.

Mientras observaba las llamas parpadeantes, Marck suspiraba en silencio, su mente divagando hacia el futuro que ansiaba. El joven anhelaba finalizar pronto su misión para que cuando regresara triunfante a la capital, pudiera cumplir la promesa que le había hecho a su amada. El nombre "Valeria" flotaba en sus pensamientos como una melodía dulce y lejana. Ella era la dueña de su corazón, el faro de luz en medio de la oscuridad.

Marck recordaba las palabras que le había dicho a Valeria antes de partir en su travesía. Había prometido regresar pronto, convertido en un hombre digno de su amor y pedir su mano en matrimonio a su padre. La anticipación de ese reencuentro lo llenaba de emoción, y suspiró una vez más, deseando que el tiempo pasara más rápido.

A medida que las estrellas se desplegaban en el cielo nocturno y la fogata ardía con un brillo cálido, Marck sabía que, por ahora, su camino lo alejaba de Valeria. Sin embargo, ese amor y la promesa de un futuro juntos eran el motor que lo impulsaba a superar los desafíos que encontraba en su misión. Mientras observaba el fuego, su corazón ardía con la determinación de regresar a los brazos de la mujer que amaba y cumplir su palabra.

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