En cuanto Magnolia vio a Ricardo, tomó tranquilamente un sorbo de la leche que contenía su vaso, nada culpable de que la pillara hablando mal a espaldas de alguien.
No pudo evitar suspirar: por qué se encontró con Ricardo otra vez.
Después de dejar la taza, lo vio de reojo caminando hacia ella.
En ese momento, Alexandra se puso un poco chulesca y le dijo directamente a Ricardo: —has oído lo que acaba de decir Magnolia, no es que la esté calumniando.
Los ojos de Magnolia brillaron con sarcasmo al oír lo que dijo Alexandra, pero no iba a explicar nada.
El hombre se había parado frente a ella, mirándola con condescendencia: —Ese conjunto de joyas, en realidad…
Magnolia le interrumpió con tono ligero: —Disculpe, por favor, me está bloqueando el paso.
Ella tampoco le escuchó y se marchó.
No le importaba oírle explicar nada.
A quien quiera que le diera ese juego de joyas no tenía nada que ver con ella.
Ricardo miró a su espalda, con las cejas fruncidas inconscientemente, y Alexandra, a su la