—Entonces, adelante.
La anciana señora Vargas lanzó una mirada amable, el chico por fin le comprendió.
Ricardo miró a la anciana señora Vargas mientras alcanzaba el joyero: —Abuela, Rosalía está aquí.
La expresión de la anciana señora Vargas no tenía más expresión al instante: —¿Qué hace ella aquí?
—Se enteró de tu operación y pensó en visitarte.
—Estoy viva, no necesito que nadie me visite.
La anciana señora Vargas terminó de hablar y se fue.
Ricardo sabía que la abuela tendría esa actitud, le dijo al mayordomo: —a reponer las joyas, y dile a Rosalía que es mejor que no aparezca por la fiesta.
El mayordomo cogió la caja de regalo: —vale.
El mayordomo se acercó a reponer la caja de regalo que se había preparado y la llevó fuera, en el lugar para guardar las cajas, se encontró con Alexandra que entraba con Rosalía.
El mayordomo le dijo a Rosalía: —El señor Ricardo ha dado instrucciones de que te mantengas alejada de la fiesta por el momento.
Rosalía se sonrojó de inmediato: —¿Por qué? ¿