Magnolia no esperaba encontrarse con las dos en el aeropuerto, pero al notar que ninguna llevaba equipaje, supo que no estaban de vacaciones.
¿Venían a recoger a alguien?
Como si hubiera sentido la mirada de alguien sobre ella, Alexandra se volteó y, al ver a Magnolia, le dijo con desdén: —Vaya mundo pequeño. ¿Cómo es que me encuentro contigo en cualquier parte?
Magnolia apartó la mirada y, con gesto frío, replicó: —Yo también quería preguntarte esto.
A continuación, las tres caminaron juntas hacia el aeropuerto, todas con destino a la sala de llegadas en el primer piso. Magdalena lanzó una mirada a Magnolia, y finalmente cediendo a la curiosidad, preguntó: —¿Tú también vienes a recoger a alguien?
Alexandra hizo un puchero y se mofó: —Claro que sí. Con sus ingresos, debería moverse en carro o en tren a donde sea que vaya. ¿Cómo le hace para darse el lujo de volar? ¡Los boletos están bien caros!
Magnolia rodó los ojos y contraatacó: —Alexandra, después de tantos años de educación, ¿po