Ricardo suspiró de nuevo y dijo desde detrás de la puerta: —Mamá, tengo una junta. Mejor regresa a casa por ahora.
—Ah, está bien. No te canses demasiado en el trabajo. Me voy entonces.
Ana siempre evitaba interrumpir su trabajo, y aunque tenía mucho en mente, optaba por soportarlo en silencio.
Una vez que su madre se marchó, Ricardo regresó a la sala de estar en el primer piso. Julio lo vio y se acercó de inmediato para informar: —Jefe, ya se llevaron a la señora.
—Ya veo.
Recostado en el sofá, Ricardo fruncía el ceño y parecía preocupado por varias cosas. Se giró hacia su asistente y le dijo: —Tú también deberías irte a casa.
Julio se sintió aliviado y abandonó la villa lo más rápido que pudo.
Una vez solo, Ricardo sacó su celular, donde vio el mensaje de Magnolia y la notificación de la transferencia de cien mil dólares, y se sintió aún más irritado. Apretó los labios con fuerza y golpeó la pantalla con rabia escribiendo: [No quiero el dinero.]
Sin embargo, apenas envió el mensaje,