La música seguía sonando, los invitados bailaban y reían, sin darse cuenta de lo que pasaba entre un guardia y una doncella. Ahmose se quedó quieto, con cara de no sentir nada. Pero por dentro, estaba luchando. Su lealtad al faraón, el honor de su uniforme, la disciplina que había aprendido… todo eso estaba en contra de un nuevo sentimiento, fuerte y prohibido. Ver a Nefertari, ver que no estaba cómoda, hacía que se sintiera peor. Sabía que estaba haciendo algo peligroso, algo que le podía costar caro pero en ese momento, no podía dejar de mirarla.
Tras el anuncio de su compromiso, Menkat no paraba de venir, y cada visita solo confirmaba que no lo soportaba. Él solo hablaba de lo grandioso que era, de sus planes para mandar y de las joyas que le iba a regalar. Nefertari se sentía como un objeto de su padre, algo que se mostraba para contentar al sobrino del faraón.
Pero incluso en ese ambiente sofocante, una imagen no se le iba de la c