Baketamon se detuvo cerca de un pequeño puesto de pescado seco. Fingía negociar con el vendedor pero sus ojos estaban fijos en un hombre que se aproximaba, un viejo comerciante.
El comerciante se acercó a Baketamon, y la conversación que siguió fue un murmullo en medio del estruendo del mercado. El espia aguzó el oído pero la distancia y el ruido ambiental le impidieron distinguir palabra alguna. Sin embargo lo que vio fue más elocuente que cualquier palabra.
La doncella y el comerciante se inclinaron uno hacia el otro, sus cabezas casi tocándose, sus voces tan bajas que se confundían con el chapoteo del Nilo. No era una conversación casual entre comprador y vendedor. Baketamon le tendió una pequeña mano y el comerciante con un movimiento rápido y disimulado deslizó algo en su palma. Er