—No es suficiente —cortó Rekhmire—. La princesa no es tan ingenua como Menkat cree. Es astuta. Y desesperada. Lo que han visto hasta ahora es lo que ella quiere que veamos.
Se acercó a la mesa, sus dedos se posaron sobre un punto en el mapa que representaba los aposentos de Nefertari.
—Quiero que la vigilancia sobre la princesa y su doncella se triplique. No un movimiento en falso, no una conversación susurrada, no un gesto que pase desapercibido. Quiero saber dónde están en cada instante del día y de la noche. Quién las visita. Con quién hablan. Qué dicen.
Jefut frunció el ceño. —Entendido, mi señor. Más guardias asignados a sus proximidades.
—No más guardias que se noten —corrigió Rekhm