Capítulo 2

Chase se retorció en su cama palmeando el colchón en busca de su celular. Cuando lo sostuvo en su mano, lo puso en su oreja sin revisar el nombre.

"¿Sí?" contestó con la voz amortiguada con la cama.

"Chase, es Graham." Su hermano dijo desde la otra línea. "Oye, me preguntaba si tendrías una habitación disponible para mí."

Rodó hasta que estuvo mirando al techo de su habitación. "Sí, hay una disponible. ¿Vas a venir?" Su hermano mayor murmuró afirmativamente. "¿Puedo preguntar por qué y cuándo?"

"Preferiría hablar sobre eso una vez esté allá, si no te importa. Y te llamaré cuando esté listo para salir. Hay cosas que necesito terminar antes de irme."

No pudo evitar notar la incomodidad en la voz de Graham, así que decidió no insistir. Aunque estaba malditamente curioso de saber el motivo por el que los gemelos no estaban juntos. No podía recordar verlos separados a medida que crecían, siempre al lado del otro, copiando la vida del otro hasta que eran difíciles de diferencias. Volvían locos a sus padres y familiares, incluso sus amigos no podían distinguirlos cuando se ponían de humor para molestar.

"Sí, de acuerdo."

"Muchas gracias," Graham murmuró y suspiró ruidosamente. "¿Y qué tal todo por allá? Mamá está enojada porque no llegaste a la cena del domingo."

Cerró los ojos y contó hasta diez. "Le expliqué que tenía doble turno. No podía dejarlo de lado." No de nuevo, pensó. "Y todo está tranquilo."

"Qué mal, ella estaba un poco molesta."

"Estoy seguro de eso, Graham. Ella nunca ha aceptado que sea enfermero."

"Um, de acuerdo. Entonces te dejo, debo hacer unas cuantas cosas más antes de irme. ¿Te parece si te llamo cuando esté en camino?"

"Sí," respondió y luego Graham colgó.

Se estiró perezosamente en la cama sintiendo sus huesos estirarse deliciosamente. Sus músculos seguían adoloridos del día anterior. Uno de los pacientes con inestabilidad mental se puso rudo en la sala y dio una gran pelea para poder volverlo a su camilla. Gracias a Dios, Anne, que había estado de turno junto a él, le suministró un calmante.

Se sacudió y se levantó de la cama, fue al baño cepilló sus dientes e hizo sus necesidades. Luego fue a la cocina donde preparó una jarra de café.

A diferencia de la mayoría de las personas, Chase seguía prefiriendo el café oscuro caliente. Nada de las nuevas tendencias de cold brew, frapuchino, té matcha, él seguía siendo el antiguo chico que prefería una simple taza de café con un poco de azúcar y en muy raras ocasiones con leche y solo un poco. No había nada que compara el sabor amargo de una buena taza de café caliente.

Suspiró mientras sorbía de su taza de café.

Por fin tenía un día libre. De hecho, a la semana, Chase tenía legalmente dos días libres. Pero los turnos extra le daban dinero que podía ahorrar o malgastar, lo cual muy poco hacía. Así que si no estaba durmiendo, revisando los nuevos videojuegos, en sus días libres a Chase le encantaba correr por el bosque.

Ejercitarse siempre había sido interesante para él, mantenerse en forma era muy conveniente en su trabajo cuando tenía que ejercer fuerza en algunos pacientes. Y correr le hacía sentir libre, además el arroyo que corría desde la cima de la montaña, siempre estaba acompañado de animales, a quienes le gustaba observar en silencio y cuando no había, disfrutaba del agua fría para sí mismo. No entendía por qué el bosque siempre estaba desierto. Los habitantes de la comunidad no sentían apego de sus alrededores, incluso muchos de ellos aseguraban que cosas extrañas ocurrían en las noches.

Él no sabía nada de las noches, pero en el día, era un lugar maravilloso.

Fue a su habitación y se cambió de ropa, ató sus cordones y corrió hacia afuera, sonriendo con el buen clima que últimamente se presentaba. East Hill tendía a ser húmedo, frío y nada comparado a lo cálido y soleado que había sido por casi dos semanas. Se sentía bien caminar por la tierra sin lodo en las zapatillas.

En cambio, se colocó los auriculares, puso su lista de reproducción favorita y comenzó su carrera.

En algún punto, sus pensamientos se dirigieron al alto y poderoso Heath. Había tenido de lidiar con erecciones ocasionales cada vez que pensaba en los gruesos músculos, piel bronceada y sucio cabello rubio salvaje. El recuerdo del caliente hombre se había colado en su mente como una droga. Y cada vez que pensaba en los ojos marrón claro... se estremeció.

Había hecho cosas muy sucias con todas esas cosas. Se había masturbado hasta el punto en el que tuvo que morderse la mano para no gritar el nombre de Heath y era tan vergonzoso. Pasar cinco días, a veces seis, en la clínica no le daba mucho tiempo de conocer personas. Salir a citas era tan tedioso como pasar dos días en doble turno. La mayoría del tiempo deseaba poder dormir hasta que el reloj diera la vuelta completa, pero su madre había metido muy dentro de él a no ser un perezoso. Y había crecido con ello arraigado.

Se detuvo después de un rato, sintiendo el pulso elevado y los latidos golpearle las costillas. Casi completamente sin aliento, Chase se acercó caminando hacia el arroyo. Echó un vistazo rápido alrededor y cuando no vio a ningún animal se acercó y tomó largos tragos de la refrescante agua.

Se sentó sobre una roca y apagó la música de su celular. Se sacó los auriculares y dejó que el sonido de la naturaleza lo calmara. Cerró los ojos y levantó la cabeza, sintiéndose en completa paz.

Luego escuchó un sonido. Abrió los ojos y observó a un ciervo acercarse cuidadosamente al arroyo, pero sin dejar de ver a Chase. Se puso de pie con calma y retrocedió hasta que estuvo fuera de la vista del ciervo, medio escondido entre unos arbustos.

Poco a poco el ciervo comenzó a acercarse al arroyó, bajó la cabeza y comenzó a beber agua. Chase se recostó al árbol detrás de él y solo lo observó desde lejos, maravillado con la belleza del animal.

Hasta que un brillo llamó su atención.

Chase se arrodilló empujando las hojas un poco para ver mejor. Se cubrió la boca cuando un jadeo se le escapó. Había un cazador apuntando al ciervo. ¿Qué hacía un cazador en el bosque? La administración de la alcaldía había anunciado que la caza estaba prohibida. Incluso tenían letreros en cada esquina de la comunidad.

Se cayó sobre su culo cuando el hombre disparó hacia el ciervo. No podía creerlo. Sintió la bilis subirle a la garganta cuando vio la sangre saliendo de la pata trasera del pobre animal. El hombre se rió ruidosamente y comenzó a acercarse a su presa, pero se detuvo. Chase temió que el hombre lo hubiera visto, pero luego lo escuchó maldecir y comenzar a correr hacia la dirección en la que había salido. Unos segundos después vio tres lobos correr violentamente en la dirección que el hombre había tomado. No le sorprendía que el hombre hubiese corrido por su vida.

Chase se quedó un momento más allí solo observando sin creer todo lo que había pasado en tan poco tiempo. Su cuerpo se estremeció cuando vio la mirada perdida del ciervo que aún seguía tendido sobre la hierba con sangre saliendo de su herida profusamente.

Se levantó sin pensarlo dos veces y corrió hacia el animal.

"Tranquilo, tranquilo," dijo cuando el animal comenzó a retorcerse en el suelo intentando pararse. Esperó a que se calmara antes de volver a acercarse. "M****a."

Los ojos del animal nunca lo dejaron de verlo cuando se quedó quieto a su exploración. Con una mirada superficial, Chase podía ver que la bala había atravesado la pata, dejando un agujero que necesitaría curación antes de que se infectara y acabara con el animal.

Se sentía enfermo de saber que esto es lo que hacía la gente con los indefensos, animales o humanos.

"No, no, no," susurró cuando el ciervo comenzó a jadear pesadamente y sus ojos se cerraban por ratos. Hizo lo mejor que pudo para encontrar algo que pudiera ayudarle a curar, pero antes se quitó la camiseta y la envolvió en la pata sangrante.

Para su alivio encontró un par de hojas de salvia que le ayudaría a un mínimo, pero al menos cubriría la herida hasta que pudiera ir a su casa y buscar su equipo de sanación.

Cuando se giró de nuevo hacia el ciervo, se quedó completamente inmóvil. En el mismo lugar donde había estado un ciervo hacía unos segundos, un hombre joven de cabello rubio descansaba. Su primer instinto fue correr tan lejos de esto como fuera posible, pero su curiosidad y sentido común le dijo que no lo hiciera. En cambio miró alrededor mientras tragaba pesadamente.

¿Qué demonios había pasado?

Volvió a mirar al hombre y soltó un pequeño grito ahogado al ver la herida en el muslo desnudo. Se arrodilló y volvió a envolver la herida con su camiseta. Le tomó el pulso, comenzando a abrumarse cuando el pecho del hombre se movía con rapidez.

No podía dejarlo aquí a que se desangrara. ¿Pero cómo llevaría al desnudo hombre hasta su casa sin que lo vieran? Llevarlo a la clínica sería tonto. No había espacio. Ya habían trasladado a cinco pacientes a la clínica en las afueras.

Se impulsó para subir al hombre a sus pies, sorprendido cuando el rubio se sostuvo lo suficiente para poder sostenerse. Eso le decía que el hombre no estaba completamente en peligro, aunque agotarse no sería bueno para él.

Terminó rodeando todo el pueblo por dentro del bosque a sabiendas que estaría vacío como de costumbre y el patio trasero de su casa pegaba al borde del bosque. Sus vecinos vivían a varios metros de él así que era casi imposible que fuera visto cargando el cuerpo medio inconsciente de un hombre desnudo.

El chico había comenzado murmurado muchas palabras sin sentido y abría los ojos de vez en cuando. Chase quería preguntarle muchas cosas. Y estaba asustado, no mentiría. Jamás habría imaginado que tal cosa existiría. Un ciervo se había convertido en un hombre en unos segundos. De repente no se sintió tan seguro de tenerlo en su casa. ¿Qué si lo atacaba una vez estuviera bien? ¿Sería peligroso?

Aún con el miedo metiéndose en su cabeza, Chase lo llevó a la habitación de invitados dejándolo sobre la cama. Rápidamente cubrió la desnudes del chico y salió por sus cosas. Un dolor de cabeza se estaba formando con fuerza mientras buscaba todo lo que necesitaba.

¿Cómo siempre terminaba metido en estos problemas?

       ***

"Es hora de regresar a casa," dijo Ryder mientras caminaba hacia la camioneta.

Heath miró su espalda por un momento, preguntándose si sería sabio pedir permiso para ir al pueblo.

Habían pasado la última semana teniendo reuniones con las manadas locales, advirtiéndoles sobre el peligro que rondaba. Los lobos, quienes eran una gran mayoría, habían aceptado patrullar a los alrededores; los tigres dijeron que cualquiera que tuviera un arma en el bosque sería eliminado. Era un poco agresivo para Heath; lo único que quería era que todos se mantuvieran a salvo. En cambio los zorros decidieron dejarles el camino libre a ellos.

El alfa Kenyon había dicho que ellos no serían una amenaza para cualquiera que estuviera de caza. Por sus tamaños cuando cambiaban, Heath estaba de acuerdo. Los pequeños zorros podrían ser de ayuda en la vigilancia, pero no para defensa. Y así los demás terminaron en manos del alcalde. Algo en lo que no estaba de acuerdo.

Dom y Logan se subieron a la camioneta junto con Ryder. El alfa lo miró.

"¿No vas a subir?"

"Creo que iré más tarde, si eso está bien," le dijo.

Dom y Logan se echaron a reír. "No querrás decir echarle un ojo a tu pareja."

"Cállense," Ryder les gruñó antes de asentir hacia Heath. "Está bien. Solo intenta llegar antes de que ellos terminen con la cena."

Rodó los ojos y miró a Dom. "Si vuelvo a casa y no hay maldito puré te arrancaré la cabeza."

"No te preocupes por ello, tú ve tranquilo," Logan se rió al lado de Dom.

Les mostró el dedo medio a ambos antes de girarse y caminar hacia el centro del pueblo, sintiéndose un poco extraño. Se rascó el cuello odiando la sensación nerviosa que lo recorría.

Siete días.

Siete días habían pasado desde que había visto a su pareja: el hermoso enfermero con ojos soñadores y labios gruesos. Había pasado cada una de las noches desde entonces soñando con esos ojos y labios. La suave voz y sus lindas manos. Se sentía como un perro al que se le había quitado un hueso, Jamás en su vida estuvo tan deprimido como la semana pasada.

En una corta conversación, Ryder le dijo que era normal que se sintiera así desde que supo quién era su pareja. La necesidad de su oso del olor de su compañero le hacía sentir como si tuviera un agujero en el pecho. Se había encontrado a sí mismo frotando el área constantemente como si fuera un dolor físico. Pero era emocional, era de su lazo y su apareamiento y la falta de contacto.

Mirando alrededor, notó que había más carteles sobre la prohibición de la caza. Se preguntó si el alcalde había hecho que lo prometió y tuvo una conversación con los cambiaformas. Esperaba que sí.

Con suerte, él podría ser el único lastimado que vivió para contarlo.

Gruñó molesto por el recuerdo de haber estado en el río buscando peces en su forma de oso cuando sintió un agudo dolor perforarle la pata. Aún con el dolor se aventuró a buscar al maldito cazador en un arranque de ira hasta que su cuerpo no pudo más y terminó inconsciente. Había sido estúpido cambiar con un golpe de bala en su cuerpo, pero mientras estuviera inconsciente su cuerpo se hacía cargo de los cambios no su mente.

Finalmente se dio cuenta de que estaba parado frente a la casa de Chase. Sus manos comenzaron a sudar y las secó con su pantalón antes de subir los pequeños escalones y tocar la puerta antes de que pudiera acobardarse. Cuando golpeó por segunda vez pensó que Chase estaría en la clínica, y se había dado la vuelta cuando escuchó su voz.

"Oh, eres tú," dijo Chase con una sonrisa genuina una vez abrió la puerta.

Heath se pasó una mano por el cabello y asintió, volviendo a subir las escaleras. "Sí, yo... yo estaba de paso y quería saber cómo estaba mi salvador."

"Genial, en realidad." Se lamió los labios y miró a Heath. "Un poco ocupado solamente."

Se acercó un poco más y luego se quedó quieto mirando a su pareja con atención. Había un aroma en el aire que no era el de Chase. Algo puro, sangre. No podía ver nada en el cuerpo de su pareja que indicara algo extraño, tan solo el suave golpeteo de los dedos de Chase sobre el marco de la puerta.

"¿Puedo tener algo para tomar?" preguntó fingiendo una sonrisa. Necesitaba entrar y saber qué estaba pasando y por qué Chase apestaba a sangre ajena.

Él trabaja en una clínica, idiota. La voz de la razón en su cabeza quiso sobre-exponerse, pero había algo en Chase diferente, incluso olía extraño, como a miedo. ¿Miedo a qué?

"Estoy sediento," volvió a intentar cuando la mirada de Chase se dirigió al interior de la casa y luego a él.

El enfermero asintió y lo dejó pasar. "Puedo ofrecerte agua o jugo de naranja, es todo lo que tengo."

"Agua estará bien."

Se sentó en las mismas sillas de esa vez y dejó que sus sentidos se encargaran. Los osos podrían no tener la mejor vista u oído pero ellos tenían una gran nariz. Su olfato era su mejor arma. Y estaba en alerta justo ahora.

Ahí estaba. Era sangre pura de un cambiaformas, no había manera de confundirla con la de un humano. Miró la espalda de su compañero preguntándose si su compañero sería uno de los cazadores. Miles de asunciones rondaron sus pensamientos mientras lo veía servir agua en un vaso de vidrio. Sus manos temblaban un poco y sus dedos se aferraban con fuerza a los vasos.

"¿Estás bien?" le preguntó cuando Chase le dio el vaso.

Asintió y tomó un gran trago de su propio vaso. "Sí. Solo ocupado, como te había dicho." El enfermero le dio una sonrisa temblorosa y bajó la mirada.

Una vez terminó su vaso, Heath se puso de pie. "Siento molestar tanto, pero, ¿podrías prestarme tu baño?"

"Uh," Chase titubeó antes de recuperarse y dejar los vasos sobre el fregadero. "Por aquí."

Heath lo siguió por el pasillo, dándose cuenta de que el olor se hacía solo más fuerte a cada paso. Chase abrió la puerta del baño para él antes de decir que estaría en la cocina.

Pretendió hacer uso del baño y revisó los gabinetes en silencio, buscando algo. No había nada. Olía a simple desinfectante, nada raro. Abrió la llave del agua y mojó sus manos antes de salir.

Miró a lo largo del pasillo antes de pararse frente a la puerta en la que había estado esa vez. El olor venía de ahí. Gruñó antes de entrar de golpe, la puerta haciendo un fuerte sonido cuando chocó contra la pared. Sus ojos se centraron en la figura que dormía en la cama.

"¿Qué estás haciendo?" Chase entró corriendo a la habitación mirando a Heath con temor.

"¿Qué estabas haciendo con él?" señaló al chico dormido en la cama. Sintió sus uñas alargarse, pero cerró la mano antes de que fuera visible para Chase. Soltó un profundo gruñido cuando Chase dio un paso hacia atrás. No quería asustarlo, pero necesitaba saber si su compañero era peligroso para su especie. Lo tomó por la camiseta hasta que estaban nariz con nariz. "Respóndeme, Chase."

Los ojos azules de Chase saltaban. "Lo encontré en el bosque. Estaba sangrando y lo traje para curarlo."

Soltando su agarre en su camiseta de Chase, Heath lo miró con confusión. "En el bosque... ¿cuándo?"

"Hoy, lo juro," sus ojos brillaron con lágrimas que Heath quería borrar. Sin pensarlo dos veces lo acercó a su pecho abrasándolo con fuerza. Lo sintió tensarse antes de que se relajara, sus brazos colgaron a los lados de su cuerpo. "¿Qué haces?" le preguntó en el murmuro sobre su pecho.

Heath no pudo evitar enterrar su nariz en el cabello de Chase en el embriagador perfume. "Quiero que me cuentes todo."

Lo soltó con calma y se sentó en la silla a un lado de la cama, mirando al pecho delgado del cambiaforma subir y bajar lentamente. Chase se sentó en la silla del otro lado, viéndose confundido y un poco perdido. Quería volver a abrazarlo y reconfortarle, pero tenía que saber qué estaba pasando.

Su compañero se frotó el cuello con una mano. "Estaba corriendo por el bosque y luego me detuve por el arroyo," su voz tembló un poco y miró hacia abajo. "Un hombre tenía un arma y le disparó al cier- al chico."

Heath podía oler la mentira y el miedo. Se puso de pie y rodeó la cama hasta que estuvo frente a Chase donde se arrodilló frente a él y sostuvo sus manos, buscando sus ojos. Chase lo miró con inseguridad.

"Dime la verdad," le dijo. Tragó saliva preguntándose si Chase había visto al chico cambiar. "¿Qué fue lo que viste? Juro que te creeré."

"¿Por qué?"

Chase estaba temblando como una hoja y su voz se oía rota.

"Si me dices lo que pasó, te contaré," le frotó las manos una vez más, instándolo a continuar.

El enfermero lo miró por varios segundos antes de sacudir la cabeza. "Era un ciervo. Cuando el hombre le disparó era un animal y luego salieron lobos corriendo detrás del hombre y fui a ayudarlo para que no muriera y se convirtió en una persona y yo no sabía qué hacer." Chase comenzó a respirar con fuerza, temblando, y llorando. Heath no estaba seguro de que él supiera que estaba llorando.

Lo levantó de la silla y lo sacó de la habitación, sintiendo la humedad de las lágrimas sobre su cuello. Chase se quejó y se envolvió alrededor de Heath como un salvavidas. Se dejó caer sobre el acolchonado sofá de aspecto viejo y dejó que su compañero se desahogara sobre él. Susurró palabras tranquilizadoras en su oído y le frotó la espalda intentando calmarlo.

Una vez Chase dejó de temblar y sollozar, él se empujó lejos del pecho de Heath, pero no se bajó de sus piernas. Se secó la cara y miró a otro lado con las mejillas rojas. Heath sonrió y removió el cabello que le caía sobre la frente.

"¿Te sientes mejor?"

Chase asintió con cortos movimientos, mirando hacia abajo. No dijo nada, y Heath no estaba seguro de qué podría decir. Solo se mantuvo allí, con las manos cayendo sobre la cadera del enfermero mientras acariciaba con sus dedos en círculos.

Hasta que Chase lo miró detrás del mechón de cabello que cayó sobre sus ojos nuevamente. "¿Por qué no estás llamándome loco?"

"Te creo," le dijo firmemente. "Lo salvaste de morir en el bosque, Chase. Es lo único que me importa."

No dijo nada cuando el chico se empujó fuera de su regazo y se puso de pie. Se frotó los brazos y miró alrededor. "No entiendo," dijo con honestidad.

"Siéntate conmigo," le dijo y palmeo el espacio a su lado en el sofá. Cuando él lo hizo, Heath tomó una de sus manos entre las suyas y lo miró a los ojos. "Muchos igual a él existen, Chase. De muchos tipos y razas en todo el mundo."

"¿Se... se convierten en personas?"

Asintió. "Sí, justo así. Y este pueblo tiene muchos de ellos. Aunque no recuerdo haberlo visto antes."

Chase miró su mano metida entre las suyas. "Sí, ni yo."

"Bueno. Así como viste que él era un ciervo, yo soy un oso," dijo lentamente. El enfermero se tensó a su lado y lo miró con los ojos muy abiertos. Le sonrió tranquilizadoramente. "Cambiaformas. Así puedes referirte a nosotros."

"¿Son peligrosos?"

Negó con la cabeza y volvió a mirarle a los ojos. "Somos tranquilos. Nuestra conducta es perfectamente humana, solo nuestros corazones son diferentes." Jugó con sus nudillos y se lamió los labios ante lo siguiente que estaba a punto de decir. "Hay algo llamado apareamiento."

"¿Justo como los animales?"

El rostro de Chase se volvió con una confundida expresión que lo hizo reír.

"Algo así, sabes. Por vida conocemos a esa única pareja para nosotros. Nuestro compañero, o como lo quieras llamar." Le echó un vistazo al desordenado cabello y luego a sus labios. "Y creamos un lazo para siempre."

"¿Ya encontraste la tuya?" la duda llenó los bonitos ojos de Chase.

En vez de contestar, Heath lo atrajo a sus brazos y lo besó, sintiendo un gruñido escapársele cuando sintió la lengua de Chase lamer sus labios. Él había pensado en un suave beso para comenzar todo y una seguida conversación, pero sentir la lengua de su compañero en su boca, rompió su cordura.

Chase murmuró en su beso, y soltó gemidos que lo volvieron loco. Después de una semana de no estar cerca de su pareja, Heath había conseguido l mayor frustración sexual de su vida entera. Cada noche le iba a la cama deseando saber cómo sabía su pareja y qué se sentiría tenerlo en sus brazos. Ahora lo sabía mientras hundía su lengua profundamente en la boca de su pareja, sintiéndolo temblar y entregarse al beso con una pasión que le hizo ver borroso.

Lo tumbó sobre el sofá, metiendo sus manos debajo de la camiseta de Chase y frotando sus pezones mientras su lengua continuaba su asalto. Se retiró para darle tiempo de respirar, pero Chase lo atrajo de nuevo a su boca y dejó a Heath tocar y acariciar a su gusto. Su oso gruñó y arañó dentro de él cuando el deseo de dominar se hizo más fuerte que otra cosa.

Sintió la erección de Chase chocar con la suya cuando bajó sus besos por el cuello cremoso y suave del enfermero, dejando marcas que desaparecerían en días dándole esa satisfacción a su oso de verlo marcado por él.

Chase cerró los ojos y dejó caer la cabeza hacia atrás, levantó los brazos por encima de la cabeza y se dejó tocar por Heath como si fueran amantes antiguos. Heath no podía hacer nada más que mirar la manera en que su pareja se sometía a él y se entregaba completamente. Se sentía poderoso, más grande y protector hacia Chase.

Le quitó la camiseta dejándola por sobre su cabeza mientras besaba y chupaba el pecho ligeramente musculoso. Una de sus manos se aferró a las muñecas de Chase manteniéndolo en un lugar cuando éste comenzó a retorcerse y a gemir ruidosamente. Su oso se bañaba en el acto de complacer a su pareja.

"Heath," jadeó cuando sus pezones fueron chupados y lamidos, su cuerpo se arqueó, ya fuera huyendo o empujándose más hacia Heath.

Su mano libre bajó los pantalones deportivos hasta que la gruesa erección de su compañero saltó sobre su estómago con la punta llorosa por el pre-semen. Era la prueba de que Chase estaba disfrutándolo tanto como él lo hacía.

"Sigue, sigue, por favor," su compañero gimió cuando abrió los ojos y miró hacia abajo, donde Heath chupaba sus sensibles pezones. Tiró la cabeza hacia atrás gimiendo antes de volver a mirarlo, sus ojos estaban brillantes con deseo y su labio hinchado de los besos.

"¿Quieres esto?" se lamió la palma de la mano y la envolvió alrededor del caliente pene.

Chase saltó y lloriqueó asintiendo rápidamente. "Sí, Heath, por favor. Por favor."

"No tienes que rogar por nada," le dijo lamiendo la punta de su pezón con la lengua. El sabor de su compañero seguía en su boca, fuerte y delicioso. No quería probar otra cosa que no fuera él en toda su vida. "Deja las manos arriba." Le ordenó y se movió hasta estar frente a la gruesa erección que manchaba el estómago de Chase. Lo miró desde abajo, sintiéndose posesivo y excitado como ningún amante nunca antes lo había hecho sentir.

Lo molestó, solo lamiendo la punta llorosa del pene, amando el sabor. Chase tenía lágrimas en el borde de los ojos y trataba de empujarse más cerca de la boca de Heath. Le sostuvo la cadera hacia abajo y miró el hermoso pene, sintiendo su boca hacerse agua. Sus ojos subieron al rostro contraído por la pasión de su compañero.

"Tú eres mi pareja, Chase. Eres el único para mí," le dijo y sostuvo el pene en su mano, acariciando con movimientos de muñeca. El pecho de su humano comenzó a subir y a bajar, pero jamás movió sus manos de su posición. "¿Entiendes lo que digo?"

Chase lo miró fijamente cuando Heath dejó de mover su mano. "¿Cómo novios?"

"Más como esposos," dijo y volvió a masturbarlo con lentos movimientos, la punta de su dedo frotó la cabeza hinchada, viendo maravillado cómo Chase se retorció y gimoteó. Lo hizo otra vez por la misma reacción. Su pene estaba tan malditamente duro que sabía que si lo tocaba estallaría. Pero esto no era por él, era por Chase.

"Hablaremos después, pero ahora-"

Sonrió y asintió, dejándose caer sobre la cadera de Chase, lamiendo y mordisqueando la piel entre sus muslos, justo por debajo de sus testículos. Respiró su aroma y cerró los ojos cuando sintió que iba a correrse. Cuando se sintió en control, se tragó el grueso pene, llenando su boca. Chupó y lamió, prestando atención a cada vena y la depresión debajo de la cabeza hinchada y roja.

Sintió las bolas de Chase apretarse a su cuerpo antes de que él se quejara y arquera.

"¡Heath!" gritó justo antes de correrse.

Heath sintió el caliente semen golpearle el mentón y mejillas, quedándose quieto lo suficiente mientras su compañero bajaba de su orgasmo. Una vez sintió que Chase había dejado de temblar, se levantó y consiguió la camiseta de su pareja de sus brazos y se limpió la cara antes de limpiarlo a él. Lo ayudó a subirse el pantalón y a sentarse.

Chase lo miraba con ojos húmedos y un poco perdidos. Heath se rió suavemente y lo sostuvo en sus brazos, haciendo una mueca cuando su erección fue aplastada bajo el peso de su compañero. Le besó la frente y el cabello húmedo por el sudor.

"Maldición," fue lo único que dijo Chase después de un rato.

Sí, Heath pensó. Maldición.

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