Mino el joven Hechicero

Ya había salido y la imponente estructura del Castillo Dorado, se iluminaba con sus destellos. 

      Misem regresaba del pueblo. El príncipe había salido temprano a visitar a su amiga Cadelia, cuya madre había decaído, pero ya se encontraba mejor. Cuando llegaba al portón del castillo, el chico se detuvo en seco, pues vio que cerca del gran portón de hierro de su Castillo, se encontraba parado un hombre, viendo la estructura fijamente. El joven frunció el ceño y se acercó lentamente y colocándose al lado de aquel hombre, dandose cuenta que era también joven, le pregunto:

—¿Buscas algo del castillo?.

—Solo Ofrecer mis servicios como hechicero— contestó sin titubear el hombre joven.

—¿Sabes quien soy, hechicero?—interrogó Misem nuevamente.

—Por supuesto, joven alteza, mi aldea es...—se interrumpió el hombre—quiero decir era parte de su reino.

—¿Era?—preguntó con curiosidad el principe.

—¿Cree que podría tener una audiencia, con el rey Milyus?—preguntó el hombre, sin contestar a la interrogante de Misem, y dijo—eso claro perdonando mi terrible aspecto.

       El príncipe vio con detalle a aquel joven hombre, sus ropas, estaban rasgadas, sucias de sangre y hollin. Tenía es su ojo un gigantesco hematoma y su cara sucia, pero lo que más llamó la atención del principe, fue la tristeza y dolor que reflejaba en sus verdes ojos, ya que no combinaban con la seguridad de sus palabras anteriores. El hechicero también miro al principe, pero más que todo para tratar de adivinar si lo ayudaría o no, finalmente al terminar de examinarse, Misem rompió el silencio y dijo: 

—No eres uno de esos que se llaman curanders ¿verdad?

—No, joven señor, no práctico las artes prohibidas—respondió el hombre—no vengo a causar problemas, solo a ofrecer mis servicios y busco un lugar en el que vivir.

—De acuerdo, entremos y veamos si mi padre te puede atender—término Misem.

      El hechicero, hizo una mueca y ambos jóvenes se acercaron más al porton. Al ver al príncipe el vigía comenzó a girar una gran perilla parecida al timón de un barco, pero se detuvo ya que divisó al hombre que acompañaba al chico. Y antes de continuar abriendo la puerta, pregunto:

—Alteza, ¿quién es el hombre andrajos que lo acompaña? 

    El príncipe sonrió, ante la pregunta y contestó

 —Bueno es...mmm—calló el príncipe, ya que se dió cuenta que no había preguntado el nombre del joven hechicero. 

—Mi nombre es Mino, buen señor y le solicite a su joven majestad una audiencia con su padre, el Rey.

—Exacto, amigo ahora abran, porfavor—ordenó cortésmente el príncipe.

       Los dos jóvenes entraron por el portal, y se dirigieron a la entrada principal. Una vez dentro del castillo, atravesaron tres pasillos, y el último de ellos tenía en sus paredes cuadros de hombre y mujeres elegantes portadores de la corona. Finalmente llegaron frente a una puerta tallada color blanco, y el custodio anuncio su llegada, al entrar en la sala de tronos Mino vio las columnas, al frente estaban los cuatro tronos, y en uno de ellos un hombre de mediana edad se encontraba elegantemente sentado en su puesto, correspondiente. 

        El hechicero detallo a aquel hombre era alto su cabello rubio con leves destellos blancos y su mirada fija en ellos reflejaba su compasión y bondad. Al llegar a cierta distancia del trono del rey Milyus, Mino realizó una reverencia y Misem, subió al lado de su padre e informó quien era el joven hombre que lo acompañaba. El Rey luego de ser informado, miro a Mino de cabeza a pies y dijo: 

—Me dice mi hijo, que eres un hechicero y que vienes a ofrecer tu servicio en el castillo.

—Si, señor - contesto firmemente Mino— también si es posible que me permita vivir aquí—continuó el hechicero.

—¿No tienes hogar hechicero?¿porqué te has ido de el?—interrogó el rey

—Majestad, si tenía un hogar muy feliz, pero como muchas, mi aldea fue destruida por los hechicero Curanders, y mi casa fue reducida a escombros y mi familia....—El joven hizo pausa ya que sintió la garganta seca y que sus lágrimas comenzaban a brotar y dijo suavemente- masacrada y asesinada, gracias a mi magia yo salí vivo pero ¡no los pude proteger!—Mino comenzó a llorar y cayó de rodillas, sus lágrimas caían con cada sollozo sin detenerse.

       Misem se sorprendió con la historia de aquel hechicero, pero aún más sorprendentes fue la reacción del rey, quien se levantó de su trono y se acercó al joven, luego agachadose a su lado colocó la mano derecha en el hombro derecho de Mino y le dijo en un susurro: 

—Entiendo por lo que estás pasando, y la culpa que sientes pero se ve que eres una persona valerosa y decidida, así que, si lo que realmente deseas es servir al Castillo haslo, y te dejare quedarte, no porque me vayas a servir, sino porque quiero que seas parte de la gran familia que habita aquí.

—Gracias majestad—respondió Mino infinitamente agradecido y levantándo la cabeza, encontrando sus ojos verdes inundados por las lagrimas con los Verdes brillantes del rey—Muchas gracias juro que le seré fiel y leal hasta que muera.

—Eres un Joven noble, Hechicero...

—Mino señor, mi nombre es Mino—contestó el joven 

—Muy Bien Mino—dijo el rey levantándose y extendiendo su mano para ayudar al chico que aún estaba de rodillas, este la tomo y se impulso para levantarse y Milyus continuo— bienvenido al Castillo Dorado, solo tengo una petición. 

—Digame majestad—invitó Mino

—Qué seas el protector de mi hijo El Príncipe Misem—término el rey.

—Por supuesto alteza así será.

—Muy bien.

      

       Milyus volteo hacia los tronos y dirigiéndose al príncipe solicitó:

—Hijo mio, muestra a el joven Mino su habitación y ayuda lo a conocer el Castillo.

—Con gusto padre—contestó, contento el príncipe.

—Ah y el a partir de hoy será tu protector, así que espero que lo ayudes a cumplir esa tarea—ordenó el rey

—Bueno al menos es más joven y sabrá entenderme—aceptó sin protesta el príncipe.

       Milyus sonrió y Misem se colocó al lado de Mino y le dijo: 

—Bien Mino, bienvenido y espero seamos amigos, acompañame, te mostraré el resto del Castillo y tu habitación .

—Se lo agradezco joven alteza—dijo Mino

—Por favor nada de títulos llamame Misem seremos como hermanos—insistió el principe luego pregunto—¿Qué edad tienes, Mino?.

—jajaja, tengo 18 años joven Misem— respondió el hechicero.

—excelentes no eres tan mayor, creo que seremos Buenos amigos—dijo Misem emocionado.

      Mino sonrio, luego volteo hacia el rey antes de irse con Misem y realizó una reverencia, Milyus hizo un gesto con la cabeza desde el trono en el que se había vuelto a sentar y el joven hechicero, se retiró siguiendo nuevamente a Misem a través de la gran puerta blanca tallada.

El príncipe, llevo a Mino por todo el Castillo Dorado mostrandole, las distintos lugares tales como; Gran salon, sala de estar, comedor, cocina, y presentándolo a las mucamas, mayordomos, cocineros, soldados y por supuesto al capitán Trino y al General Fransé. Por último lo llevo a su habitación, era amplia, con un Pequeño estar biblioteca, un baño y amplio vestier, el cual habían llenado de unas ropas muy finas, los sirvientes del Castillo por en orden de Misem. 

       Mino estaba maravillado con todo aquello e incluso con la ropa, el Joven príncipe sonrió y luego dijo: 

—Ahora podrás darte un buen baño, cambiarte y bajar a desayunar con nosotros, amigo—miro al hechicero quien había tomado del vestier una muy blanca camisa de lino, Misem, volvió a decir—si hay algo que no te quede, tenemos unos sastres que pueden ayudar a eso, bueno ahora te dejo, nos vemos en el comedor.

—Gracias majestad—contesto Mino

      El príncipe salio de la habitación, muy contento. El hechicero contempló su nuevo hogar, aunque aún con cierta tristeza en el corazón. Luego de darse un baño, uso el viento curativo para sus heridas y se puso la camisa de lino blanco que había visto antes y un pantalón marrón de tela suave, peino bien su cabello y bajo a desayunar. En el comedor y en la sala de estar la paso bastante bien aquella mañana. Así también el almuerzo y la cena, en esta última ayudó un poco. 

      Al caer la noche y posar su cabeza en la suave almohada de su nueva cama, se quedó dormido y lo primero que vio después de cerrar sus ojos fue a sus padres y hermana sonriendole.

         Habían pasado ya quince días desde que Mino había llegado al castillo, y este ya se había adaptado un poco a el ritmo de vida, desidió entrenar con los soldados y el rey le dió una pequeña cabaña adjunta al castillo para que este la convirtiera en su sala de posiciones, habían sido dos semanas muy interesantes, además no se había escuchado más de los Curanders. Pero al iniciar la semana siguiente, Mino subía del pueblo hacia el Castillo y el chirrido de un caballo, seguido de un golpe fuerte y metálico en suelo, lo desvío del camino hacia el castillo ya que le produjo curiosidad.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo