Abajo, diez mil rosas blancas formaban un mar de flores, junto a cien velas blancas, rodeando una caja de cristal en el centro en la que se encontraban mis ojos.
A un lado, había un coro y un sacerdote que Samuel había contratado.
Dijo que Daniela era la persona más buena onda del mundo, que, seguramente, ahora era un ángel, y que las oraciones del sacerdote harían que Daniela recibiera mis ojos.
Los que estaban viendo parecían sentir envidia, hasta había quienes lloraban por lo mucho que Samuel la quería.
Pero ninguno sabía que el capo de la mafia que consideraban sumamente romántico le había sacado los ojos a su esposa, quien ahora estaba tirada en una cama fría, sumergida en la oscuridad.
Sin analgésicos, los gemidos largos y dolorosos me dejaban sin aire, por lo que solo podía depender del respirador para no ahogarme.
De pronto, el respirador se apagó, y el sonido del purificador de aire de al lado se detuvo. Todo se quedó en silencio.
Sin aquella ayuda, mi respiración se tornó agitada y el dolor se volvió más intenso.
Que el sistema de purificación de aire se hubiera detenido significaba que aquella habitación estéril era igual que una habitación normal, por lo que mis heridas podían infectarse con facilidad.
—Se fue la luz, ¿cómo que se fue la luz? —oí que decían fuera.
—El padre dijo que el alma de Daniela recibiría la guía de las oraciones y las velas para venir aquí. Samuel tenía miedo de que las luces estorbaran, así que ordenó cortar la luz.
—Dios mío, de verdad es un hombre increíble. Pensé que todos los de la mafia eran rudos. No sabía que había hombres con sentimientos tan profundos.
Sin embargo, aquel hombre al que elogiaban no le importaba en lo más mínimo salvar a su esposa, sino que se enfocaba en montar un drama romántico para su primer amor.
Sentía que me desmayaría de un momento a otro por culpa de la de oxígeno.
Pero no quería morir de una forma tan humillante.
Era consciente de que había perdido a mi hijo, y, junto con él, se había esfumado la última esperanza de que Samuel me quisiera.
Por suerte, Samuel no había cerrado mi puerta con llave, ni había ordenado que sus guardias me vigilaran. Después de todo, una ciega no era ninguna amenaza para él.
Con las manos por delante, salí del cuarto, recordando que, detrás del hospital, había una playa que daba directo al mar.
Pasando por el jardín, escuché los lloriqueos de Anita.
—Por favor, Capo, no pueden cortar la luz. El cuarto de la señora es estéril, si las máquinas se apagan, las heridas de la señora podrían infectarse.
—¡Lárgate! Si otros pueden estar sin luz, ¿por qué Lola no? Anita, ya te aguanté mucho tiempo. ¡Vengan y rómpanle las piernas! —ordenó Samuel a sus hombres, tras patear a Anita—. Luego, vayan a traer a Lola al Panteón Paz. Quiero que se arrodille frente a la tumba de Daniela para rezar por ella.
Dicho esto, Samuel agarró mis ojos y se montó en el coche, encaminándose al panteón.
Anita lloraba como loca. Aunque varios de los hombres de Samuel no querían cumplir con las órdenes, pero nadie se atrevía a desobedecer al Capo.
Los hombres buscaron en todo el edificio, pero no me vieron. Cuando subieron al cuarto estéril, solo vieron la puerta abierta y rastros de sangre en el suelo.
Mientras tanto yo, enfrentando el viento del mar, caminé de a poco hacia el agua fría.
Cuando el agua me llegó a los muslos, recibí una llamada de Samuel:
—Lola, ¿qué diablos andas haciendo ahora? Te aconsejo que te vayas cuanto antes a la tumba de Daniela. Si pierdes el tiempo, ¡mataré a toda tu familia!
La temperatura corporal se me iba de a poco por el agua del mar, adormeciéndome.
—Samuel, ¿en serio eres capaz de lastimar a mi familia?
—¡Lola, compórtate! ¡Soy el Capo de la familia Salinas! La dignidad de la mafia no es algo que puedas desafiar, aunque seas mi esposa.
El agua del mar ya me llegaba al cuello. Enfrente de mí todo era oscuridad, pero cada paso que daba era bien firme. No le daría más chances a Samuel de lastimarme.
En el último momento, antes de que el agua del mar me cubriera la cabeza, le dije a Samuel, quien todavía estaba furioso:
—Samuel, no te voy a dar más chances de lastimarme. Aunque viniera el Capo del tutti il capi de la familia Salinas, solo podría besarme los dedos, déjame presentarme de nuevo: me llamo Lola Toledo.