Era un atardecer cálido, pero la casa parecía estar sumida en una atmósfera gélida. El sonido del viento rozando las ventanas de la mansión se mezclaba con el murmullo de las hojas en los árboles del jardín. El salón, con su decoración sobria y elegante, reflejaba una calma inquietante. Pero dentro de él, el aire estaba cargado de tensión.
Nelly caminaba de un lado a otro, su paciencia agotada, su cuerpo vibrante de ira contenida. Había esperado demasiado, había intentado adaptarse, había intentado ser la esposa que su familia quería que fuera, la mujer que Adrián pensaba que era. Pero algo dentro de ella, algo feroz y rebelde, le decía que ya no podía más.
Ya eran tres meses de casada y no había logrado nada con Adrián, su coraza seguía intacta y la paciencia de Nelly se había agotado.
Finalmente, no pudo resistir más. Su mirada fija en la figura de Adrián, sentado con los ojos fijos en su laptop, completando alguna tarea corporativa, fue suficiente para que decidiera enfrentarse a é