9| Mi casa.
Esther lanzó un grito de terror cuando la fría hoja se le hundió en la carne. Emily se acercó a ella y le habló de cerca.
— He esperado mucho tiempo por León y no dejaré que cualquier arrimada me lo quite — su aliento era hediondo y pútrido, pero Esther la empujó y el dolor del cuchillo al salir fue más fuerte que al entrar.
Cayó sentada sobre la nieve fría, pero tenía las manos entumecidas y no logró arrastrarse bien. Emily vio el cuchillo y pareció consternada.
— Fue muy hondo — murmuró, como si se hubiera arrepentido de haberla herido, pero luego una sonrisa tonta se pintó en su cara — bueno, otra vagabunda sin nombre muerta por ahí.
— ¡León! — le gritó Esther al hombre, pero la voz le salió ahogada. Sintió como la sangre se deslizó por dentro de su ropa y manchó el abrigo de León. Emily se abalanzó hacia ella y Esther trató de pararse y correr, pero las piernas no le funcionaron.
La mujer la tomó por el cabello y le puso la hoja del cuchillo en la mejilla.
— Te voy a dejar tan fea