Alan Evans es un empresario inteligente, arrogante y demasiado calculador. Le gustan los negocios y vivir su vida de una buena manera. Para él el amor no existe, nunca le ha llamado la atención y mucho menos imagina pasar la vida junto a una mujer. La vida de Alan cambia radicalmente el día que decide volver a casa, él vuelve a casa luego de estar por muchos años separado de su padre. Sin embargo, ese día toda su vida cambia de rumbo cuando se da cuenta de todo lo que sucedió mientras él no estaba y opta por cobrar venganza, sin pensar que con eso tendrá que debatirse entre el amor y lo correcto. Gabriela Smith es una mujer perseverante, inteligente y resiliente. Ella busca la manera de siempre hacer lo correcto y detesta que las personas engañen y mientan. Sin pensarlo todo lo que conocía en su vida cambia, y ella debe enfrentarse a una nueva realidad que hace que todo dé un giro de 180°. Los caminos de Alan y Gabriela se cruzan de muchas maneras dejándoles claro que el propósito del destino es muy diferente a lo que ellos tienen planeado. Un amor prohibido que nace entre ellos será más fuerte que lo que creen éticamente correcto. Él es su padrastro, una tentación difícil de negar. ¿Podrán perdonar las mentiras y los secretos? ¿Dejarán el pasado atrás para aceptar lo que sienten?
Leer másEl corazón de Alan latía con mucha más fuerza, sus pasos eran cada vez más largos, llenos de ansiedad, preguntas y anhelos.
Hoy Alan volvía a lo que alguna vez fue su hogar, su lugar feliz, “su casa”.Tenía buenos recuerdos de ahí, pero también tenía malos.
Alan, suspiró profundo, su felicidad era evidente, darle una nueva oportunidad a su padre después de esa fatídica discusión era lo que más anhelaba.
Él frunció el ceño, todas las luces estaban apagadas, un silencio abrumador se sentía en toda la casa, él dejó las cosas a un lado mientras caminaba hasta el despacho, ese lugar en donde su papá se la pasaba día tras día.
Sintió como una fuerte punzada atravesaba su corazón de lado a lado, giró la perilla, estiró una de sus manos y encendió la luz, la cual hubiera preferido nunca haber encendido.
—¡Papá! —exclamó Alan al ver a su padre con un arma en sus manos, borrando la sonrisa que traía consigo.
Jacob alzó su mirada, y esbozó una pequeña sonrisa, su hijo había vuelto, lo había esperado por varios años, y había vuelto en el peor momento de su vida.
Jacob hizo a un lado a su hijo biológico cuando se casó con una mujer que ya tenía una hija, creyendo que su hijo lo iba a perdonar algún día por preferir a dos personas desconocidas antes que a él.
—¡Papá!, baja el arma —exclamó Alan, caminando lentamente hacia su padre.
—¡Perdóname hijo! —vociferó Jacob con una botella de trago en sus manos y en la otra su arma, aquella que siempre guardaba bajó su escritorio.
—¡Papá!, baja esa arma por favor, no cometas una locura —exclamó Alan, su angustia se estaba haciendo más grande, estaba desesperado al ver a su padre totalmente ebrio y con un arma en sus manos hacía que su corazón quisiera salirse de su pecho.
—¡Te amo hijo! Nunca lo olvides —exclamó su padre al mismo tiempo que llevaba el arma a su sienes.
Un sonido agudo acompañado de un grito desgarrador hicieron que Alan cayera de rodillas ante el cuerpo inerte de su padre.
Alan lloró al lado del cuerpo de su padre, su mente seguía totalmente abrumada, no entendía porque su padre había tomado aquella fatídica decisión.
Alan sorbió su nariz, y alzó su mirada, caminó hasta el cuerpo de su padre y arrebató el papel que sostenía en sus manos.
Alan recorrió con su mirada todo lo que había sobre el escritorio de su padre. Ahora todo tenía sentido, las fotos sobre el escritorio y el nombre de una mujer sobre el papel hicieron que Alan maldijera una y otra vez.
—¡Te juro padre que tú muerte no va ser en vano!, esa mujer pagará con sangre lo que te hizo —exclamó Alan, se inclinó y dió un último beso en la cabeza de su padre, limpió sus lágrimas y salió de ahí sin que nadie lo viera.
Sus pasos hacia el auto fueron una eternidad, quería quedarse junto a su padre, llorar, pero sabía muy bien que no era el momento, debía vengar la muerte de su padre y para ello, ellas no debían saber que él había vuelto. No lo conocían, ellas no habían tenido contacto con el hijo de Jacob, ni siquiera por fotos lo habían visto.
Mientras tanto, Gabriela estacionó su auto, hoy como todos los días estaba realmente radiante, su cabello caía lentamente hasta su cintura, hoy a pesar de la discusión con su madre estaba feliz, había pasado su examen y por fin obtendría su título profesional, solo esperaba que su Jacob, el hombre que consideraba como padre, se alegrará tanto como ella.
—¡Papito!, ¿Dónde estás? —exclamó Gabriela dejando aún lado su laptop.
Caminó hacia la biblioteca y abrió la puerta, estaba emocionada por darle la noticia a su padre, que solo entró sin fijarse que su padre yacía muerto sobre el escritorio.
—¿Dónde está el papito más querido del planeta?, ¡Eh! —exclamó caminando hacia su padre, sus pasos se hicieron más lentos al darse cuenta que había sangre sobre el escritorio de su padre.
—¡Papito!, ¿Estás bien? —dijo Gabriela acercándose lentamente.
Sus ojos se abrieron de par en par y un grito agudo salió de su garganta. Sin dudarlo un segundo Gabriela corrió hacia su padre, levantó su rostro y besaba reiteradas veces.
—¡Papito!, ¡Papito, ¿Qué hiciste? —exclamó en medio del llanto al ver el arma aún lado de sus manos..
—¿Gabriela?, ¿por qué tanto alboroto?, ¿Acaso no te he enseñado a comportarte decentemente? —vociferó Amelia entrando a la biblioteca.
Su mandíbula prácticamente cayó, sus ojos se abrieron como platos, y su cuerpo se congeló por completo.
—¡Gabriela!, ¿Qué hiciste? —dijo Amelia mirando con terror a su hija.
—¡Yo no hice nada!, mi padre se quitó la vida, llama a la policía —dijo Gabriela en un sollozo, su corazón le dolía, su alma estaba apunto de abandonar su cuerpo, el hombre que le había entregado todo su cariño se había quitado la vida.
Gabriela subió a su habitación con ayuda del ama de llaves, la policía se había llevado el cuerpo de su padre, ahora solo faltaba horas para que por fin pudieran darle cristiana sepultura.
Se dejó caer sobre la cama y lloró como nunca en su vida lo había hecho, ahora estaba sola, o simplemente así se sentía, su madre nunca le había demostrado el amor que su padre le había demostrado a pesar de no ser su verdadero padre.
—¿Qué haces ahí niña?, ¡Levántate!, debemos recibir a la gente —Amelia estaba realmente furiosa.
Gabriela alzó su mirada, se colocó de pie y caminó hacia su madre, quien estaba puesta en un vestido negro de diseñador, tratando de lucir lo más poderosa posible.
—¿Esto es tu culpa?, ¿Me imagino que ahora sí estás feliz? —bufo Gabriela.
Amelia levantó su mano y la estampó en la mejilla de Gabriela haciendo que el dolor en su pecho se incrementará mucho más.
Pov Alan Hay momentos en la vida donde nos detenemos a pensar si todo lo que hicimos estuvo bien, o no simplemente nos dejamos llevar por el orgullo, miedos o por una venganza estúpida.Me cegué totalmente, ver a Gabriela llena de sangre con sus ojos cerrados, hizo que me cuestionara si todo lo había hecho bien o no.—¡Detente Alan!, por favor, déjalo. —La voz de Laura hizo que saliera de mi trance, baje la mirada y por fin pude ver con claridad.Maximiliano estaba hecho casi un monstruo, o mejor dicho así lo deje de la cantidad de golpes que le di en su rostro, él no puso ninguna resistencia, quiero pensar que él mismo decidió castigarse por dispararle a Gabriela, castigarse por el daño que le hizo a la mujer que ama, porque aunque me niegue admitirlo, se que la ama.Me coloque de pie, y solo pensé en tomar a mi bonita en mis brazos y llevarla conmigo. Fueron días, semanas, semanas donde mi angustia se hacía más grande.Ver a la mujer que amo postrada en una cama, sin ni siquiera m
Gabriela le hizo una señal a Laura, quien salió y fue rápidamente hacia el auto, sabía que su hermano no le iba hacer daño a Gabriela, la amaba de eso no le quedaba la menor duda, solo que por ahora ella iría en busca de su pequeña ahijada, mientras su amiga trataba de hablar con su hermano.—Nunca pensé llegar a este punto, siempre creí que me amarías, que me entregarías tu corazón solo a mi, que equivocado estaba, tu nunca dejaste de pensar en el imbécil de Alan —exclamó Maximiliano, mientras cerraba la puerta con seguro.Gabriela tragó saliva, ella haría lo que fuera para entretener a Maximiliano, mientras su amiga iba por su pequeña y la colocaba a salvó.—Yo nunca te di razones, siempre fui sincera contigo y conmigo misma. Te quise como un hermano, mi mejor y único amigo, nunca voy a entender el por qué de tu cambio —dijo Gabriela, sus ojos recorrían todo el lugar, mientras rogaba al cielo que Laura encontrará pronto a su pequeña Sofía y así ella poder huir de ahí cuánto antes.—
Alan tomó a Gabriela en sus brazos y la llevó hasta su auto, su angustia crecía aún más, no conocía muy bien a Maximiliano y no sabía de lo que era capaz, a decir verdad Gabriela tampoco conocía a Maximiliano.Él se había convertido en un completo extraño ante sus ojos.—¡Quiero que mantengas la calma, moverte cielo y tierra para encontrar a nuestra hija —exclamó Alan.—¡Ethan, busca a varios hombres! Quiero que busquen bajo las piedras si es necesario, quiero a Sofía hoy mismo.sana y salva en brazos de Gabriela —vociferó Alan. Ethan asintió, tomó su celular y salió de ahí.—Ahora tú y yo tendremos una pequeña conversación —dijo Alan cerrando la puerta del auto mientras se colocaba en marcha.—¿A dónde vamos? —preguntó ella.—Creo que te debo una disculpa por no decirte quien era, se que debí decirte desde el primer día, pero no sabes lo difícil que fue para mí llegar después de mucho tiempo a ver a mi padre,y encontrarlo apunto de matarse por una mujer. Yo quería recuperar el tiem
Gabriela alzó su mirada hacia Alan, sus ojos demostraban decepción, angustia.—¡Maldita sea Amelia! Te lo advertí —exclamó Alan.—¡Qué le advertiste. Ahora entiendo la conversación con Ethan en tu oficina, tú solo buscabas vengar la muerte de nuestro padre, me das lástima —exclamó Gabriela con lágrimas en los ojos.—¡Gabriela, las cosas no son como parecen, debemos hablar, yo te explico —dijo Alan llevando las manos a su cabeza.—Ti y yo no tenemos nada de qué hablar, lo único que quiero es que te largues de mi casa —musitó Gabriela.Amelia dejó salir una enorme sonrisa, acaba de dar un gran paso para destruir al hombre que había jugado con sus sentimientos.—Está bien, me iré. Quiero darte tiempo para que puedas escucharme .Alan salió hecho una furia de la biblioteca, Amelia acaba de acabar con la poca paciencia que aún le quedaba, aún así prefiero dejar que todo se calmara.Una sonrisa llena de cinismo se dibujó en el rostro de Amelia al ver la cara de desilusión de Gabriela.—¿De
Amelia movió sus manos desesperadamente, su respiración se agitaba cada segundo más mientras Maximiliano apretaba su cuello con mucha más fuerza.—¡Suélteme…. —exclamó Amelia mientras trataba de empujarlo, sus esfuerzos eran cada vez más débiles, eran en vano.—No maldita zorra, te voy a matar, por tu culpa, Gabriela me odia, no me quiere cerca, por tu maldita culpa —exclamó Maximiliano apretando cada vez más.—Yo te puedo ayudar, yo tengo la solución para que ella vuelva a ti, y de paso quitar de tu camino a Alan.Maximiliano bajó la mirada, movió la cabeza varias veces, frunció el ceño y soltó el cuello de Amelia.—¡Habla! —bufo Maximiliano.Amelia se sentó con las pocas fuerzas que le quedaban, llevó sus manos a su cuello, mientras trataba de respirar.—¡Casi me matas maldito! —exclamó ella.—¡Habla! O voy a seguir dónde estaba exclamó Maximiliano.Amelia negó rápidamente, mientras se colocaba de pie y caminaba en círculos.—No, tengo un plan, solo debes seguirlo al pie de la letra
Amelia lo miró con superioridad, debía ser fuerte y más ahora que Maximiliano había disipado todas su dudas —¡Que rápido aprendes, pero no puedes quitarme algo que nunca ha sido tuyo —dijo Alan con una sonrisa triunfal.La cara de Amelia cambió de colores, al igual que sus piernas retrocedieron varios pasos hacia atrás.—¿De qué demonios estás hablando? —titubeo Amelia.—Lo que acabas de escuchar, nada de lo que dices que tienes es tuyo, todo absolutamente todo es del hijo de Jacob, y en estos documentos tengo las verdaderas pruebas. Ah, solo espero que ahora que sabes que nada te pertenece te largues de esta casa —exclamó Alan, estiró sus manos y entregó los documentos que guardaba en la mesa del estar.—¿Esto es una broma verdad?, en primer lugar yo me case contigo, y en segundo lugar, Jacob dejó todo a mi hija y por supuesto a mi, a ese bastardo no le dejó absolutamente nada —dijo Amelia.—¡Te equivocaste cariño!, yo no estoy casado con un ser tan despreciable como tú, y en cuanto
Último capítulo