34. La separación.

Eran las once de la noche cuando por fin terminaron de hablar los tres amigos, Owen insistió en pagarle el trabajo a Lukas, y este no le quedó más remedio que aceptar, despidiéndose de todos y rogando porque la próxima reunión fuese en mejores circunstancias.

Owen creyo que por la hora la señora Liz debía estar durmiendo, cosa que Roy le desmintió de inmediato. Su madre acostumbraba a dormir muy tarde, la rutina de cuidar a su padre le impedía descansar antes de medianoche.

—Yo la llamó pero tú hablas con ella.

Hasta el mismo Roy sabía la que les iba a caer, y prefería mantener sanos su oídos el mayor tiempo posible.

Después de el segundo tono de la llamada la voz de la señora Liz se dejó escuchar como un estruendo.

—Hola...

—Dichosos los oídos que te escuchan —el sarcasmo era necesario, Liz sabía a la perfección que si su hijo la llama a esta hora no pasaba nada bueno—, pensé que no volvería a oírte hasta mi lecho de muerte...

—Mami Liz, soy Owen... —El CEO creyó que al llamarla con
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