En algún punto de la noche caímos rendidos en la sala luego de hablar por muchísimas horas.
Era la primera vez en mucho tiempo que hablaba con alguien hasta decir basta y sentirme bien conmigo misma.
Al día siguiente, cuando desperté, me encontré con una bandeja a los pies de mi cama con el desayuno listo y a Alessandro esperando pacientemente a que yo despertara.
Ni siquiera recordaba haber ido a dormir a mi habitación.
—Buongiorno bellezza—le oí saludarme en italiano con voz melosa y dulce.
—¿Te levantaste a hacer el desayuno para mí? —ahogué un bostezo.
Él asintió, sonriendo.
—¿A qué hora nos dormimos? —pregunté.
—Sinceramente no sé—se encogió de hombros—pero como todavía estoy acoplándome de nuevo a este horario, me es difícil quedarme dormido por varias horas, así que decidí preparar el desayuno.
—Muchas gracias.
Fui al sanitario a asearme y luego volví a mi recámara en donde él me esperaba con una hermosa sonrisa.
—Ayer llovió en algunas partes de la ciudad, qué extraño—me