Corrí por el pasillo, angustiada porque no tenía dinero para ir a casa y en cuanto encontré la salida al estacionamiento, tropecé con mis propios pies, dando traspiés y estuve a nada de caer de cara al frío y húmedo asfalto, de no ser por unas manos gentiles que me atraparon justo a tiempo.
—Gracias—dije, abrumada, acomodándome el pijama.
—Es un placer ayudarte de nuevo.
Alcé la cara y vi al joven y sexy desconocido sonriéndome.
—De verdad siento que continúes presenciando mis torpezas y mala suerte—bufé, avergonzada.
—¿En serio estás bien o tengo que llamar a la policía? —convino con preocupación, mirando por encima de mi cabeza.
—Te agradecería mucho si…
—¡Tessa Morgan!
Lívida, di un respingo, aterrada y me escondí detrás de la ancha espalda del joven, que le calculaba era de la misma edad que Barnaby, y este, a su vez, cuadró los hombros y encaró a William.
—Ella se queda conmigo—sentenció mi salvador de origen italiano.
—¿La conoces? —espetó William— ¿no será que eres el amante