En la villa de Darío, se escuchaba una fuerte discusión en el estudio.
—¡Lo hizo todo por ti! Sé que te gusta Dafne y quería ayudarte a estar con ella, pero quién hubiera pensado que Hans bebió esa bebida…
¡Pa!
Darío abofeteó a Inés en la cara, furioso, y le dijo:
—¿Te has vuelto loca?
La cara de Inés ardía de dolor. Apretó los puños y de repente soltó una risa fría:
—Si realmente hubieras estado en la cama de Dafne aquella noche, ¿me seguirías golpeando y enojándote ahora? Darío, admítelo, ¡no eres mejor que yo en absoluto! Eres solo un cobarde que no se atreve a enfrentar tus propios sentimientos verdaderos.
Darío la miró con decepción, confusión e incredulidad en sus ojos y le dijo:
—No eras así antes, Inés, ¿por qué te has convertido en una persona así?
—No he cambiado. Eres tú quien nunca me entiende. Y tú, ¿qué tipo de persona eres? Creo que ni siquiera te entiendes a ti mismo. ¿Amas a Sandra? Si no amas a Sandra, ¿por qué te casaste con ella? Porque eres un cobarde y no te atrev