Los miembros de la manada que nos rodeaban se quedaron paralizados.
Esteban y Victoria permanecían entre la multitud, con los rostros lívidos.
Solo Lilia, mi preciosa Lilia, me miraba como si viera a una heroína.
—¡Mami, eres increíble!
La levanté en brazos y me dirigí a Esteban:
—Señor Monteverde, lo lamento, pero Lilia es solo mi hija. No tiene ningún vínculo con la Manada Sombra Lunar.
—Nos marcharemos de inmediato.
En ese instante, un guardia me sujetó con fuerza el brazo derecho.
La voz venenosa de Victoria resonó detrás de mí:
—¿Crees que puedes entrar y salir de la casa de la manada como si fuera tuya?
—¡Golpéenla y sáquenla de aquí!
El agarre del guardia era brutal. Pude oír cómo crujían los huesos de mi muñeca.
Alguna vez fui la mejor guerrera de la Manada Media Luna Plateada, criada en combate desde la infancia, formada entre conflictos intermanada. Durante estos años con Esteban, la vida había sido demasiado pacífica. Él jamás supo que yo era una verdadera luchadora.
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