POV de Adriana
La brisa nocturna se deslizaba entre los balcones de nuestra casa en la costa, cargada con la sal del mar y una quietud extrañamente reconfortante. Diego y yo nos habíamos acostumbrado a vivir al borde del peligro, siempre listos para la próxima emboscada, el próximo golpe. Pero esa noche, por primera vez en mucho tiempo, sentíamos que podíamos respirar.
Hasta que llamaron a la puerta.
Diego intercambió una mirada rápida conmigo antes de levantarse. Siempre llevaba un arma oculta, incluso en casa. No era paranoia, sino experiencia.
—Quédate aquí —dijo con voz firme.
Lo ignoré, por supuesto, siguiéndolo hasta la entrada. Abrió la puerta con cautela y se quedó inmóvil al ver quién estaba al otro lado.
—¡Mierda! ¡Esto sí que es una sorpresa!
Reconocí la voz antes de ver su rostro. Era Marco Santoro, un antiguo socio de la familia, alguien que había desaparecido cuando los conflictos internos empezaron a escalar. Nunca supe si había huido por miedo o porque tenía mejores opo