POV de AdrianaLa brisa nocturna se deslizaba entre los balcones de nuestra casa en la costa, cargada con la sal del mar y una quietud extrañamente reconfortante. Diego y yo nos habíamos acostumbrado a vivir al borde del peligro, siempre listos para la próxima emboscada, el próximo golpe. Pero esa noche, por primera vez en mucho tiempo, sentíamos que podíamos respirar.Hasta que llamaron a la puerta.Diego intercambió una mirada rápida conmigo antes de levantarse. Siempre llevaba un arma oculta, incluso en casa. No era paranoia, sino experiencia.—Quédate aquí —dijo con voz firme.Lo ignoré, por supuesto, siguiéndolo hasta la entrada. Abrió la puerta con cautela y se quedó inmóvil al ver quién estaba al otro lado.—¡Mierda! ¡Esto sí que es una sorpresa!Reconocí la voz antes de ver su rostro. Era Marco Santoro, un antiguo socio de la familia, alguien que había desaparecido cuando los conflictos internos empezaron a escalar. Nunca supe si había huido por miedo o porque tenía mejores opo
POV de DiegoMe apoyé en la barandilla del balcón, mirando la ciudad debajo de mí, dejando que el murmullo silencioso de la noche se asentara en mi interior. El aire olía a lluvia, y a lo lejos, el parpadeo tenue de las farolas me recordaba que la vida afuera seguía su curso. Pero para mí, para Adriana, todo había cambiado.Nancy estaba fuera de la ecuación. Su influencia, sus amenazas, su sombra constante sobre nuestras vidas... borradas. Debería sentirme aliviado, incluso victorioso. En cambio, todo lo que podía pensar era: ¿y ahora qué?Detrás de mí, Adriana se movió en la cama. Me giré, observando el suave ascenso y descenso de su pecho mientras dormía. Tranquila. Hacía demasiado tiempo que no la veía así. Si nada más valía la pena, al menos eso sí lo hacía.Pero ahora que la pelea había terminado, tenía que aprender a vivir sin una.La mañana llegó más rápido de lo que quería. Para cuando me levanté de la cama, el sol ya iluminaba las cortinas y el aroma del café llenaba la habita
POV de AdrianaEl camino de regreso a casa fue silencioso, pero no incómodo. Diego conducía con una mano en el volante y la otra descansando sobre mi muslo, su pulgar trazando círculos suaves sobre mi piel. Era su forma de recordarme que estaba ahí, que no importaba lo que sucediera, él seguiría a mi lado.Miré por la ventana, observando cómo el paisaje pasaba de las montañas a la ciudad. Por primera vez en mucho tiempo, sentí que estaba tomando la decisión correcta.—¿En qué piensas? —preguntó Diego, su voz profunda rompiendo el silencio.—En nosotros —respondí honestamente—. En todo lo que hemos pasado. En lo que sigue.Diego apretó un poco más mi muslo.—No tenemos que tener todas las respuestas ahora, Adriana. Solo sé que quiero esto. Quiero estar contigo y construir algo nuevo.Lo miré y vi la determinación en sus ojos oscuros. Era lo que siempre había querido: un futuro con Diego, sin las sombras del pasado acechándonos.—Cuando llegamos a casa, me sorprendió lo familiar que se
POV de DiegoEl sonido de las olas rompiendo en la orilla me despertó antes del amanecer. Adriana dormía a mi lado, su respiración tranquila, su rostro relajado bajo la tenue luz que se filtraba por la ventana. Era en momentos como este cuando realmente comprendía lo lejos que habíamos llegado.Solía pensar que la vida que llevábamos era inescapable, que siempre estaríamos atrapados en un ciclo interminable de violencia y represalias. Pero ahora, por primera vez en años, sentía que habíamos encontrado un camino distinto.Con cuidado, me levanté de la cama y salí al balcón. El aire salado me llenó los pulmones mientras observaba el horizonte, donde los primeros destellos de luz comenzaban a teñir el cielo de tonos dorados y naranjas.Nuestros planes estaban en marcha. Cerramos todos los negocios que nos ataban al pasado, vendimos propiedades estratégicas y cortamos los últimos lazos con la vida que una vez conocimos. Pero todavía quedaban cosas por hacer.—¿No puedes dormir? —La voz de
POV de AdrianaEl sol comenzaba a teñir el horizonte de tonos dorados mientras Diego y yo nos alejábamos de la ciudad que había sido testigo de nuestros mayores desafíos. Nuestros dedos entrelazados simbolizaban la promesa de un futuro libre de sombras, al menos eso creíamos. Habíamos luchado contra el peso de nuestro pasado, vencido miedos y reconstruido nuestra confianza, pero la vida siempre guarda una carta inesperada bajo la manga.Nuestra llegada a la pequeña cabaña en la playa marcaba el inicio de nuestra nueva vida. Diego había insistido en que necesitábamos un lugar apartado, lejos del ruido, donde podríamos encontrarnos a nosotros mismos sin interferencias. Yo estaba de acuerdo. Por primera vez en mucho tiempo, respiré con tranquilidad, convencida de que la tormenta había quedado atrás. Sin embargo, la paz fue efímera.La primera noche en nuestro nuevo hogar, Diego encontró una carta escondida entre las pocas pertenencias que había traído de la casa de su infancia. El sobre a
POV de AdrianaEl aire estaba cargado de tensión mientras Diego recorría la oficina con pasos rápidos y furiosos. Su rostro estaba ensombrecido por la preocupación, las manos crispadas en puños a los costados de su cuerpo. Yo me mantenía en silencio, observándolo desde el otro extremo de la habitación, esperando el momento adecuado para intervenir.—No puede ser —murmuró Diego, deteniéndose de golpe y girándose hacia mí—. Durante años, he creído que este negocio estaba perdido. Y ahora resulta que alguien lo ha estado utilizando en mi contra todo este tiempo.Frunci el ceño, tratando de ordenar la información en mi mente. La investigación había revelado que la empresa que Diego creyó cerrada por su padre hace años, en realidad había sido adquirida en secreto por un rival desconocido. No solo eso, sino que este misterioso oponente había estado saboteando las operaciones de Diego desde las sombras.—Diego, sé que estás enfadado —dije con voz serena, acercándome a él—. Pero necesitamos pe
POV de DiegoLa sensación de que algo iba terriblemente mal se había convertido en un peso constante en mi pecho. Lo había ignorado al principio, convenciéndome de que la alianza era un mal necesario, que el riesgo valía la pena. Pero ahora, mientras revisaba los contratos una vez más y volvía a leer entre líneas, la verdad era innegable. Había caído en una trampa.—Maldición… —murmuré, arrojando los papeles sobre el escritorio.Adriana estaba en la puerta, observándome con esos ojos llenos de inteligencia y preocupación. No había querido que se involucrara demasiado en esto, pero la realidad era que ella ya estaba dentro, más de lo que me gustaba admitir.—Sabías que esto pasaría, ¿verdad? —pregunté sin mirarla, más una afirmación que una verdadera pregunta.—Lo sospechaba —respondió con cautela, entrando a la oficina—. ¿Qué encontraste?Respiré hondo y pasé una mano por mi cabello.—Nuestro ‘aliado’ ha estado jugando en ambos bandos. Nunca planeó ayudarnos realmente. Solo nos ha esta
POV de DiegoEl reloj seguía corriendo, cada segundo que pasaba nos acercaba más al peligro. Diego y yo avanzábamos por las calles oscuras de la ciudad, cada giro de las ruedas del coche retumbando como un tambor en mi pecho. No teníamos margen para errores. Sabíamos que si no llegábamos a tiempo, el activo caería en las manos equivocadas, y todo por lo que habíamos luchado se desmoronaría.Diego conducía con la mandíbula tensa, la mirada fija en la carretera como si pudiera obligar al tiempo a ir más lento con la pura fuerza de su voluntad. Yo, por mi parte, revisaba la información en mi teléfono, asegurándome de que cada detalle del plan estuviera en su lugar.—Nos quedan diez minutos antes de que hagan la transferencia —dije, sintiendo mi propia voz temblar un poco.Diego no respondió de inmediato, pero vi cómo sus dedos se cerraron con más fuerza alrededor del volante.—No vamos a dejar que eso pase —murmuró.Sabía que esto no era solo una cuestión de dinero o poder para él. Era su