POV de ADRIANA
Desde que Diego y yo dejamos atrás el pasado, sentía que el peso en mi pecho comenzaba a aliviarse. Cada mañana a su lado era como respirar aire fresco después de años de asfixia emocional.
Y sin embargo… una pequeña voz dentro de mí seguía susurrando que la paz no dura para siempre.
Esa mañana desperté antes que él. Lo observé dormir, la respiración lenta, su brazo extendido hacia donde yo solía estar. Sonreí, sintiendo un calor dulce y doloroso en mi pecho. Lo amaba. De una forma que me aterraba por lo profundo e inevitable que era.
Me levanté con cuidado, tratando de no despertarlo. En la cocina, mientras preparaba café, dejé que mis pensamientos vagaran. A veces me preguntaba si merecíamos esta felicidad. Después de todo lo que habíamos vivido, ¿era posible un "felices para siempre"?
Suspiré, empujando las dudas al fondo de mi mente. Hoy sería un buen día. Tenía que serlo.
Cuando Diego entró a la cocina, descalzo y despeinado, sonriéndome de esa manera que me desarm