POV de DIEGO
Cada vez que pienso en cómo empezó todo esto, no puedo evitar sonreír amargamente. Todo parecía tan simple antes. Yo pensaba que el amor era algo que podías controlar. Que podías decidir cuándo sentirlo y cuándo dejarlo ir.
Qué equivocado estaba.
Ahora, con Adriana en mi vida, me doy cuenta de que el amor no es una elección. Es una fuerza que te arrastra, que te consume, que te transforma, quieras o no.
Esa mañana me desperté con una extraña sensación de urgencia. Como si algo estuviera a punto de cambiar.
Me giré en la cama, buscando su figura, pero el lado de Adriana estaba vacío. La sábana aún conservaba su calor.
Me levanté rápidamente, el corazón latiéndome con fuerza.
—¿Adriana? —llamé, caminando hacia la cocina.
La encontré allí, de espaldas a mí, preparando café. Llevaba puesta una de mis camisetas viejas que le llegaba a mitad de los muslos.
La escena era tan doméstica, tan perfecta, que sentí un nudo en la garganta.
—Buenos días —dijo, volteándose para sonreírme