POV de AdrianaDesperté con la sensación de que algo me faltaba. No físicamente. Estaba él ahí, su brazo pesado sobre mi cintura, su respiración acompasada rozando la parte trasera de mi cuello. Pero aun así, dentro de mí, había una grieta que no se terminaba de cerrar.Diego se había quedado. Había hablado. Se había abierto. Pero yo no era estúpida. Sabía que un discurso bonito no solucionaba semanas de distancia, silencios y heridas que todavía dolían.Me moví lentamente, con cuidado de no despertarlo. Quería un momento a solas, para pensar. Para respirar.En la cocina, el café burbujeaba en la cafetera mientras apoyaba la frente contra el frío del refrigerador. No podía mentirme: todavía lo amaba. Y, justamente por eso, todo dolía más. Porque cuando uno ama con todas sus fuerzas, también duele con intensidad devastadora.—¿Estás enojada otra vez? —preguntó su voz, ronca, desde el marco de la puerta.—No —respondí, sin girarme.—¿Entonces?—Estoy cansada, Diego. Eso es todo.—Lo sé.
POV de DIEGONunca pensé que llegaríamos hasta este punto. No después de todo lo que hice mal. Pero verla ahí, con la carta de Madrid en la mano, los ojos brillando entre ilusión y miedo, me hizo entender algo: si no la dejaba volar, iba a perderla. Y no porque ella quisiera irse, sino porque yo no tendría nada más que ofrecerle.Ella lo tenía todo: coraje, talento, determinación. Y yo, solo intentaba poner mis piezas rotas juntas.Cuando le dije que fuera, que siguiera su sueño, no lo hice para que me viera como un héroe. Lo hice porque realmente creía que debía hacerlo. Aunque eso significara quedarme atrás. Aunque eso significara, tal vez, perderla.Pero entonces dijo que me elegía. Una vez más. Y todas las veces necesarias.¿Cómo se supone que uno vive después de eso?Esa noche, cuando se quedó dormida sobre mi pecho, con una de sus piernas enredada entre las mías y su mano abierta sobre mi costado, supe que no podía seguir a medio camino. Tenía que apostar por completo. Por nosot
POV de AdrianaNunca imaginé que Madrid pudiera sentirse tan ajeno.Y eso que lo había soñado durante años. Caminaba por sus calles con un mapa mental de cada rincón, cada café literario, cada teatro escondido. Pero ahora que estaba aquí, acompañada por el hombre al que amaba, todo parecía... más gris.Quizás era el invierno. Quizás era el miedo.Quizás era que, por primera vez, no podía esconderme detrás del anhelo.Porque ya estaba aquí. Y tenía que hacer que todo funcionara.Los primeros días fueron un caos organizado. La residencia temporal que nos ofrecieron era pequeña, con las paredes delgadas y una cocina diminuta. Diego intentaba mantener el ánimo con bromas y recetas improvisadas, pero yo lo veía luchar. El cambio lo golpeó más fuerte de lo que él quería admitir.Y yo tampoco lo estaba haciendo bien.Mi beca cubría parte de nuestros gastos, pero no todo. Diego enviaba currículums cada día, y yo sentía que cada respuesta negativa era un pequeño golpe a su orgullo. Nunca se qu
POV de DIEGOLas cosas habían empezado a tomar forma. Poco a poco, Madrid dejaba de sentirse como un campo de batalla constante y comenzaba a parecerse a algo cercano a un hogar. Mi trabajo en la pequeña editorial no era perfecto, pero me daba estructura, un sentido de utilidad. Y Adriana... ella brillaba. No de la forma ruidosa que muchos esperan, sino como una vela encendida en una habitación silenciosa. Constante. Serena. Vital.Pero incluso en los días tranquilos, mi corazón seguía habitado por una inquietud persistente. Porque sabía que la calma es frágil. Que bastaba un susurro del pasado para agrietarla.Ese susurro llegó en forma de mensaje."Diego, estoy en Madrid. Tenemos que hablar. Por favor."Claudia.No había visto ese nombre en meses. Años, si soy honesto conmigo mismo. Había bloqueado su contacto, pero ella encontró otra forma. Siempre lo hacía. Claudia no era el tipo de persona que aceptaba un no como respuesta.Me quedé mirando la pantalla, sintiendo un peso conocido
POV de ADRIANANo podía creer lo que estaba viendo. Mi corazón latía con fuerza mientras mis manos temblaban a los costados de mi cuerpo. Diego estaba ahí, discutiendo con Camila, y aunque intentaba escuchar lo que decían, mis propios pensamientos eran demasiado ruidosos para dejarme concentrar.—¡No puedes hacerme esto, Diego! —gritó Camila, su voz llena de rabia y desesperación.—Camila, ya basta —respondió él, con la mandíbula apretada—. No voy a seguir mintiéndome a mí mismo.Mis piernas querían moverse, alejarme de esa escena, pero algo dentro de mí me obligaba a quedarme. Tal vez era la necesidad de escuchar, de entender lo que pasaba realmente entre ellos.—¿Y ella? —Camila señaló en mi dirección, y aunque no pronunció mi nombre, su mirada me atravesó como una daga—. ¿Te vas a quedar con ella?Diego giró la cabeza y me vio. Nuestros ojos se encontraron por un segundo que pareció eterno. Sentí cómo todo en mi interior se rompía y al mismo tiempo, cómo una chispa de esperanza nac
POV de DIEGOVerla sonreír otra vez fue como poder respirar después de haber estado ahogándome durante semanas.Adriana estaba sentada a mi lado en aquella vieja banca del parque, su cabello ondeando ligeramente por la brisa. Cada movimiento suyo era una pequeña victoria para mí. Cada mirada que me regalaba era un recordatorio de que no podía darme por vencido.No esta vez.—¿Te gustaría caminar un poco? —pregunté, rompiendo el silencio que, por primera vez, no me resultaba incómodo.Adriana asintió, poniéndose de pie con esa elegancia natural que siempre me había encantado.Comenzamos a caminar despacio, sin prisa. El sol de la tarde teñía todo de un color dorado, como si el mundo nos estuviera dando otra oportunidad.—¿Recuerdas la primera vez que vinimos aquí? —preguntó ella, mirando hacia un rincón del parque donde había un pequeño carrusel.—Claro —respondí, sonriendo—. Me obligaste a subir contigo al carrusel y casi me caigo del caballo de juguete.Adriana soltó una carcajada qu
POV de DIEGOCada vez que pienso en cómo empezó todo esto, no puedo evitar sonreír amargamente. Todo parecía tan simple antes. Yo pensaba que el amor era algo que podías controlar. Que podías decidir cuándo sentirlo y cuándo dejarlo ir.Qué equivocado estaba.Ahora, con Adriana en mi vida, me doy cuenta de que el amor no es una elección. Es una fuerza que te arrastra, que te consume, que te transforma, quieras o no.Esa mañana me desperté con una extraña sensación de urgencia. Como si algo estuviera a punto de cambiar.Me giré en la cama, buscando su figura, pero el lado de Adriana estaba vacío. La sábana aún conservaba su calor.Me levanté rápidamente, el corazón latiéndome con fuerza.—¿Adriana? —llamé, caminando hacia la cocina.La encontré allí, de espaldas a mí, preparando café. Llevaba puesta una de mis camisetas viejas que le llegaba a mitad de los muslos.La escena era tan doméstica, tan perfecta, que sentí un nudo en la garganta.—Buenos días —dijo, volteándose para sonreírme
POV de ADRIANADesde que Diego y yo dejamos atrás el pasado, sentía que el peso en mi pecho comenzaba a aliviarse. Cada mañana a su lado era como respirar aire fresco después de años de asfixia emocional.Y sin embargo… una pequeña voz dentro de mí seguía susurrando que la paz no dura para siempre.Esa mañana desperté antes que él. Lo observé dormir, la respiración lenta, su brazo extendido hacia donde yo solía estar. Sonreí, sintiendo un calor dulce y doloroso en mi pecho. Lo amaba. De una forma que me aterraba por lo profundo e inevitable que era.Me levanté con cuidado, tratando de no despertarlo. En la cocina, mientras preparaba café, dejé que mis pensamientos vagaran. A veces me preguntaba si merecíamos esta felicidad. Después de todo lo que habíamos vivido, ¿era posible un "felices para siempre"?Suspiré, empujando las dudas al fondo de mi mente. Hoy sería un buen día. Tenía que serlo.Cuando Diego entró a la cocina, descalzo y despeinado, sonriéndome de esa manera que me desarm