POV de DIEGO
Adriana no lo dijo con palabras, pero la vi irse apagando a medida que avanzaba la noche.
Cada vez que alguien del pasado se acercaba, notaba cómo sus hombros se encogían levemente, cómo su mano en la mía aflojaba apenas el agarre. Son detalles que alguien más podría ignorar, pero no yo. No desde que la conocí, no desde que me di cuenta de lo mucho que me importaba.
Y cuando me confesó, bajo las luces frías del balcón, que se sentía invisible… sentí un nudo en el pecho. Porque había sido tan estúpidamente inconsciente. Porque, sin querer, había permitido que esa noche se convirtiera en una exhibición de todo lo que ella no necesitaba.
Ella no necesitaba ver mi pasado. Necesitaba saber que ella era mi presente.
Y lo es. Lo ha sido desde hace tiempo. Más de lo que yo mismo quise aceptar al principio.
A la mañana siguiente, la encontré en la cocina, con una taza de café entre las manos. Llevaba puesta mi camiseta, una de esas viejas que ya debería haber tirado. Tenía el pelo