POV de Adriana
Esa noche no dormí. Aunque estaba enredada entre sus brazos, con su calor protegiéndome del frío de la incertidumbre, mi mente no se callaba.
Diego decía que quería protegerme. Que no podía contarme todo… todavía. Pero ¿cómo se supone que yo debía dormir tranquila sabiendo que alguien —algún “alguien” poderoso— quería hacernos daño?
Por un instante, pensé en salir de su vida. Desaparecer. Quizá así se calmarían las amenazas. Quizá así estaría a salvo.
Pero… no podía. No después de sentir cómo me abrazó. No después de escucharle decir que yo era todo lo que él nunca creyó merecer.
Me giré lentamente, observando su rostro dormido. Tranquilo. Vulnerable.
Lo amaba.
Y eso me aterraba.
Porque lo que al principio fue un contrato frío, uno que acepté sin saber muy bien en qué me estaba metiendo, se había transformado en un huracán de emociones que ya no podía controlar.
¿Qué éramos ahora? ¿Una pareja de verdad? ¿Todavía un trato con cláusulas ocultas?
Odiaba estas dudas. Odiaba