La información sobre Montoya reuniendo a su gente no me sorprendió. Era un hombre de negocios, sí, pero también un criminal con décadas de experiencia en el juego. Sabía que su primera reacción no sería atacar de inmediato, sino averiguar quién lo había traicionado. Y en cuanto lo descubriera, su venganza sería rápida y brutal.
Me apoyé en el respaldo de mi silla de cuero y tomé otro sorbo de whisky. Adriana me observaba desde el otro lado del escritorio, su expresión seria. Sabía que estaba preocupada, pero también sabía que confiaba en mí.
—Necesitamos adelantarnos —dije, más para mí mismo que para ella.
Adriana asintió.
—Dijiste que haríamos que Montoya sospechara de su propia gente. ¿Cómo lo haremos?
Solté una leve sonrisa.
—Hay un hombre en su organización, un contador llamado Esteban Ruiz. No es leal a Montoya, solo está con él por dinero y seguridad. Si hacemos que parezca que Esteban fue quien filtró la información, Montoya lo eliminará antes de que siquiera pueda defenderse.