POV de DiegoLa noche había caído sobre la ciudad, y en mi oficina solo el resplandor del whisky en mi vaso rompía la penumbra.Sabía que Adriana tenía razón. No podía ir directamente contra Montoya sin pruebas. Pero la paciencia nunca había sido mi fuerte.Me serví otro trago y giré la copa entre los dedos, reflexionando.Montoya me había tomado por un idiota.Creía que podía meterse en mi territorio, jugar a dos bandos y salirse con la suya.Sonreí con frialdad.Si quería una guerra silenciosa, la tendría.Me levanté y marqué un número en mi teléfono.—Necesito que sigas a Montoya —ordené en cuanto contestaron al otro lado de la línea—. Quiero saber con quién se reúne, qué hace y qué mueve.La voz del otro lado asintió antes de colgar.Apoyé las manos en el escritorio, inhalando profundo.Había otra pieza en este juego que no podía olvidar.Nancy y Dave.Esos dos nombres no habían cruzado mi mente en años, y ahora volvían como un maldito recordatorio de que el pasado nunca muere.Me
El camino de regreso a casa se sintió más largo de lo normal. El tráfico era un desastre, pero mi mente estaba demasiado ocupada como para notarlo. Adriana me había llamado con urgencia, y aunque no había dado detalles, su tono lo decía todo.Algo grave estaba pasando.Cuando llegué, la encontré en el estudio, de pie junto a su laptop, con papeles esparcidos por el escritorio.—Dime qué encontraste —solté, sin rodeos.Adriana se giró hacia mí, su expresión era una mezcla de preocupación y determinación.—Nancy y Dave nunca se fueron, Diego.Mi ceño se frunció.—¿Qué quieres decir?—Han estado operando en la sombra. Montoya no solo se asoció con ellos, sino que los ha estado financiando.—¿Cómo lo sabes?Adriana me mostró la pantalla de su laptop.—Encontré transferencias bancarias, empresas falsas, reuniones en diferentes países. Todo apunta a que han estado moviendo dinero y recursos para algo grande.Mis dientes se apretaron con rabia.—¿Qué demonios están planeando?—No lo sé con c
POV de AdrianaLa cita con Montoya estaba pactada para la noche siguiente en su restaurante privado. Un sitio exclusivo, con vistas a la ciudad, donde se creía intocable.Pero nadie es intocable.Cuando llegué, Montoya ya estaba sentado en una mesa en la terraza, con una copa de vino en la mano. Me recibió con una sonrisa despreocupada, pero yo vi más allá de la cortesía. Sabía que era un hombre calculador, igual que yo.—Diego, amigo —saludó con falsa calidez—. Me alegra que hayas aceptado mi invitación.Me senté frente a él y levanté una ceja.—Sería una falta de respeto rechazarla.Montoya soltó una risa ligera.—Eso es cierto. Además, después de todo lo que hemos hablado sobre el futuro… necesitamos seguir en la misma página.Incliné la cabeza, fingiendo interés.—Eso mismo pensaba.Un mesero llegó con dos copas de whisky y las dejó en la mesa. Montoya tomó la suya y la levantó.—Por la prosperidad.—Por los negocios bien hechos —corregí, chocando mi copa con la suya antes de bebe
POV de AdrianaDiego no había dicho mucho después de su reunión con Montoya. Cuando llegó a casa, su rostro era una máscara impenetrable, pero sus ojos delataban la tormenta que se agitaba dentro de él. No pregunté de inmediato. Aprendí hace mucho tiempo que con Diego, la paciencia era clave.Esperé hasta después de la cena, cuando nos quedamos solos en el estudio.—¿Cómo te fue con Montoya? —pregunté casualmente, apoyándome en el escritorio.Diego se quitó el saco y lo dejó sobre el respaldo del sofá.—Como esperaba. Me confirmó que es un traidor.Mi pecho se apretó.—¿Lo admitió?Diego soltó una leve risa sin humor.—No con palabras exactas. Pero no necesitaba hacerlo. Lo vi en su reacción, en su forma de esquivar las respuestas.Caminé hacia él y le toqué el brazo.—¿Qué vas a hacer?Diego me miró, y por primera vez en toda la noche, su expresión se suavizó.—Lo que siempre hago con las ratas.No me sorprendió su respuesta, pero eso no significaba que me gustara.—Si te deshaces de
POV de AdrianaLa noche cayó sobre la ciudad como un manto de sombras y peligro. Diego y yo nos quedamos en la sala de nuestra casa, rodeados de papeles, documentos y las pruebas que conseguí sobre Montoya. El silencio se rompía solo con el sonido de nuestras respiraciones y el ocasional crujido de los hielos en el vaso de whisky de Diego.—Si vamos a hacer esto, necesitamos movernos rápido —dije, cruzando los brazos—. Si Montoya sospecha que estamos cerca de exponerlo, tomará medidas drásticas.Diego pasó un dedo por el borde de su vaso antes de levantar la mirada hacia mí.—Ya tengo a mi gente investigando quiénes son sus contactos dentro de los federales. Si logramos identificar a los más débiles, podríamos presionarlos para que nos den información.Asentí.—Montoya no puede haber conseguido esto solo. Necesita intermediarios, y esos intermediarios siempre tienen un precio.Diego sonrió, pero no era una sonrisa amigable. Era la sonrisa de un hombre que estaba a punto de cazar a su
La noche era silenciosa, demasiado silenciosa. El tipo de silencio que precede a la tormenta. Diego y yo estábamos en su oficina, revisando la información que habíamos conseguido sobre Montoya. Sabíamos que teníamos que movernos rápido antes de que él lo hiciera primero.Diego se pasó una mano por el cabello, su mandíbula tensa mientras analizaba los documentos sobre la mesa.—Si Montoya descubre que estamos detrás de él, no se quedará de brazos cruzados.Asentí.—Por eso debemos adelantarnos. Si logramos que los federales descubran su traición, lo dejarán caer sin pensarlo dos veces.Diego me miró fijamente, sus ojos oscuros llenos de determinación.—Ya tengo un plan.Me crucé de brazos.—Estoy escuchando.Diego se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa.—Vamos a filtrar la información a un contacto dentro de los federales, pero no directamente. Lo haremos de manera que parezca que la obtuvieron por su cuenta, como si Montoya hubiera cometido un error.Fruncí el ceño.
La información sobre Montoya reuniendo a su gente no me sorprendió. Era un hombre de negocios, sí, pero también un criminal con décadas de experiencia en el juego. Sabía que su primera reacción no sería atacar de inmediato, sino averiguar quién lo había traicionado. Y en cuanto lo descubriera, su venganza sería rápida y brutal.Me apoyé en el respaldo de mi silla de cuero y tomé otro sorbo de whisky. Adriana me observaba desde el otro lado del escritorio, su expresión seria. Sabía que estaba preocupada, pero también sabía que confiaba en mí.—Necesitamos adelantarnos —dije, más para mí mismo que para ella.Adriana asintió.—Dijiste que haríamos que Montoya sospechara de su propia gente. ¿Cómo lo haremos?Solté una leve sonrisa.—Hay un hombre en su organización, un contador llamado Esteban Ruiz. No es leal a Montoya, solo está con él por dinero y seguridad. Si hacemos que parezca que Esteban fue quien filtró la información, Montoya lo eliminará antes de que siquiera pueda defenderse.
POV de AdrianaNo soy una mujer celosa. O al menos, eso es lo que siempre me he dicho. He construido una vida entera sobre el control, la compostura, y la lógica. No dejo que los sentimientos me dominen… hasta que la vi.Lucía. Alta, elegante, con una sonrisa que parecía hecha a medida para Diego.Estaban tan cerca en esa cena de negocios. Él le hablaba al oído, le reía a cada palabra que ella decía. Y aunque yo estaba justo al lado de él, me sentía como una figura decorativa, una sombra más en aquella mesa de mármol iluminada por candelabros demasiado brillantes.Intenté enfocarme en mi copa de vino. Rioja. Cosecha de lujo. Pero me sabía amargo. Igual que esa punzada que sentía en el pecho cada vez que él ponía la mano sobre la espalda de Lucía para dirigirla hacia alguna conversación. No era apropiado, pero tampoco era demasiado evidente como para reprochárselo sin sonar como una… ¿celosa?No. No soy celosa.Solo estoy incómoda. Insegura, quizá. ¿Ridícula? Tal vez también.Suspiré d