El mundo de Reynolds se cae a sus pies

Rufus Reynolds estaba pensando a toda velocidad, haría lo que fuera necesario para salvar su parte de la empresa, en especial la de seguir siendo el Director General de la empresa minera.

Se había acostumbrado tanto al poder que había ejercido los últimos años en la empresa, de manera que no concebía posible quedar fuera de la directiva de la compañía. Por ello estaba dispuesto a sacrificar casi cualquier cosa, incluso estaba pensando vender las tierras de la familia en el norte. Los Reynolds tenían grandes haciendas de ganado y cultivos, con los cuales sus antepasados habían levantado una poderosa estirpe, y no solo familiar, sino también económica.

El inspector estaba haciendo entrega los certificados simbólicos de las acciones que el consorcio había comprado, ahora solo faltaba los anuncios finales y la elección de la nueva junta directiva.

—Bueno, mis queridos señores —continuó diciendo el inspector de la Comisión Nacional de Valores— Una vez terminados estos procedimientos legal
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