Después de la fiesta, Nina visitaba con frecuencia a Ruby. Tucker también empezó a llevar más seguido a su hijo. La casa de Amber se sentía más viva que de costumbre, porque cada vez que el chiquito gordito estaba con Ruby, las risas y la diversión hacían eco en toda la casa.

—Ruby, ¿te puedo preguntar algo? —susurró Nina después de acostar a Flynn.

—¿Qué pasa?

—En un sábado como este, ¿a dónde va Tucker? ¿Por qué deja a Flynn aquí?

—¿Cómo voy a saberlo? Probablemente tiene sus propios mandados. ¿Por qué lo preguntas así? ¿Hay algún problema?

—No es nada...nunca he tenido un novio de verdad. En el trabajo lo único que veo son jefes, y todos son señores.

—Espera, ¿no me digas que te gusta Tucker?

—Es apuesto y cálido. ¿Cómo no me va a gustar?

—Ah, con razón eres tan cariñosa con su hijo, ¿esperas ganarte también al papá?

—¡Idiota! No pienso así —la que había sido descubierta volteó el rostro a un lado, ajustándose los lentes con la mano, pero una sonrisa se asomó en sus labios,