Esa mañana, Amber preparó queques de coco y los puso en una canasta para que su hija se los llevara a Paula como disculpa por haberse subido a la cerca ayer. Ruby se arregló con cuidado, escogiendo una blusa blanca sin tirantes y una enagua color crema que llegaba apenas debajo de las rodillas.
—Poniendo los postres en las cajas... Mamá, ¿en serio puedes hacerlo sola? ¿Vas a terminar a tiempo? —Ruby seguía preocupada por su mamá, que aún no había terminado de empacar.
—Claro, Ruby. Los clientes están llamados a recoger los snacks a las diez en punto, entonces tengo suficiente tiempo. Además, has estado despierta desde temprano ayudándome desde la mañana. Apúrate, media mañana es perfecta para un postre.
—Entonces, me voy yendo.
Ruby llevaba una canasta y salió por la puerta. Se detuvo y tocó el timbre en la casa de Paula. Como la ama de llaves todavía no estaba, Theo abrió la puerta. El joven se congeló por un momento antes de reconocer a la persona parada afuera de su casa.
—¿Rub