Capítulo sesenta y ocho
El viento fresco pega en mi cara llenandome de tranquilidad, los últimos rayos de sol pegan en mi rostro y con cuidado abro mis ojos dandome un panorama espectacular de los arboles pasando a nuestro alrededor—Buenas tardes-noches mi amada—sonrío.
—Buenas tardes-noches mi Ricky Ricón —volteo hacia él y restriego mis ojos —¿a dónde vamos? —su mano izquierda permanece en el volante y la derecha viaja a mi mejilla.
Despega la mirada de la carretera y me observa por un segundo—a casa, claro esta ¿no? —su rostro está fresco como una lechuga, porta una camiseta interior blanca con un bermudas de color kaki.
¿De a dónde saco la ropa?
Miro mi aspecto y me escuentro con un vestido playero negro corto sujeto a mi cuerpo—&i