Capítulo cuarenta y cuatro
Caigo de rodilla y me arrastro cerca de un arbusto, su cuerpo desnudo me insista a preciar el momento y saco mi teléfono sin pensarlo.
Enfoco su cuerpo en la cámara y sin prestar atención solo escucho como el sonido de la cámara llama su atención. Sus ojos viajan con velocidad recorriendo todo hasta volver a la normalidad.
Tomo asiento y dirijo mi vista en la luna llena que se hace más visible con forme el sol baja. Tengo que irme.
Si un animal se topa con él, a él es que se lo van a comer.
Me levanto y cruzo las ramas golpeandome con ellas, sigo el rastro para salir y la luna empieza a brillar y faltando poco para llegar a la acera escucho un ruido en mi espalda que me hace voltear.
Sabía que era mala idea estar aquí.
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