Capítulo cuarenta y dos
—Sube —le hago caso y ya adentro me adelanto a ponerme el cinturón y a esperar que el arranque para ir a nuestro destino.
—¿No comiste cierto? —asiento.
Giro encontrándome con la cara de la lagarta, doy una sonrisa burlona—No logré hacerlo porque tu novia estaba ahí —conduce fuera de la casa y nos incorporamos al tráfico matutino—¿Tienes el cable de cargador? —abre la guantera de mi lado y saca uno.
—Dame el teléfono —lo saco de mi bolsillo y se lo doy—¿Eso qué es? —mira extrañado mi huawei.
—Eso es mi teléfono móvil, sabes, no todos tenemos para iphone bañados en oro—hace una mueca —Puedes conectarlo y listo y manejas con la vista en la carretera,