Capítulo diecisiete
Todos los mosaicos en el suelo se llenan de sangre. Lo jalo y me empuja.
Ah si.
Lo jalo y lo empujo, el gira hacia mí enojado y frunzo mis cejas—Te calmas y te metes ahí adentro, muevete, ¡ya!—mi cara roja debe estar dando un buen espectáculo para todo el país, volteo a los paparazzi—Y en cuanto a ustedes, pueden dejar de molestar a los demás, todos tienen una privacidad y a ustedes no les gustaría que cuando esten en sus casas de la peor forma le tomen fotos ni mucho menos estar diciendo cosas sin sentido.
Abro la puerta de auto y me monto.
—La culpa la tuviste tú, te hubieses escondido hasta que yo estuviera ahí, pero no—ahora soy yo.
Él creé que me voy a dejar mandar—MIRA TÚ NO ME VENGAS A D