Minerva llegó una hora después de recibir el mensaje de Amaris donde le aseguraba que estaba bien. Metió la mano en el bolso y revisó su teléfono por si tenía más mensajes de ella, pero el buzón estaba vacío.
Mientras miraba la pantalla sin mensajes nuevos, se mordió el labio y frunció el ceño, sintiéndose más nerviosa.
‘Amaris, te juro por mi padre que si te has metido en problemas por ser tan ingenua y sin tener en cuenta tu propio bien…' Pensó enfadada mientras cerraba la puerta del auto y entraba a la cafetería.
Después de coquetear un poco con el nuevo camarero y tomar su café, se sentó en la mesa de siempre y se quedó mirando por la ventana, esperando a Amaris.
Entonces, pasaron cinco minutos, y luego diez…
Minerva miró el reloj con impaciencia y volvió a marcar el número de Amaris. Al escuchar el buzón de voz, frunció el ceño y maldijo en voz baja.
Había algo que no le gustaba. En un instante tomó una decisión y se levantó de golpe. Haciendo que la silla cayera detrás de ella