*—Callum:
Todavía no entendía qué había pasado hace un momento.
Callum lloraba con un llanto seco, desgarrado, mientras Jessie intentaba limpiarlo con toallas húmedas, pero no era suficiente. Nada lo era. Se sentía asqueado, repugnado, como si su cuerpo le perteneciera a otro. Estaba empapado en sudor, en saliva, en semen y en sus propios fluidos. Cada rincón de su piel le ardía, no solo por el roce, sino por la humillación, por la impotencia.
No podía creer lo que acababa de suceder.
Esa mañana todo parecía ir bien. Había ayudado a preparar la sala para la reunión entre el señor Bates y el señor Billini, el gerente del departamento de ventas. Era un encuentro importante, y como asistente del señor Delacroix, también debía estar presente. La reunión estaba pautada para las once, así que había tiempo de sobra.
Sin embargo, a las nueve, recibió una llamada de Dominick: llegaría tarde. Aunque sintió curiosidad, no preguntó nada. No era su lugar, incluso si ese hombre era el mismo alfa qu