*—Dominick:
Después de hablar un poco más con Edward, quien parecía conocer su caso demasiado bien, a Dominick le empezó a hervir la curiosidad. Había algo en la forma en que el médico hablaba: demasiado específico, demasiado personal, como si supiera más de lo que decía.
Dominick le pidió a Micah que saliera del consultorio; necesitaba hablar en privado con Edward. Aunque su hermano protestó con un mohín de fastidio, claramente quería enterarse de todo, terminó obedeciendo y se retiró. Una vez solos, Dominick fijó su mirada en Edward, el médico de toda la familia, un hombre que había sido compañero de estudios de su padre en los tiempos del instituto.
—¿Cómo sabes tanto? —soltó de pronto, su voz baja pero cargada de amenaza contenida—. No hablas como si fuera solo un caso clínico cualquiera.
Edward lo miró en silencio unos segundos, evaluándolo, y luego suspiró con resignación.
—Hay un caso que he estado siguiendo de cerca —confesó Edward, su voz baja y cargada de gravedad—. Y con la