—Está bien, madre. Lo haré. —le responde con firmeza. Lunaire sonríe orgullosa. Sabía que no podía estar equivocada con su hijo.
—Ahora debes prepararte para tu regreso. Descansa y en una hora vendré por ti.
Edwar asiente, se gira, cierra sus ojos y se queda dormido.
En tanto, Lunaire regresa a la entrada principal para invocar a la luna antes del regreso de su hijo y dejar todo preparado para ese momento glorioso. Finalmente podría estar en paz y sobre todo devolverle a sí padre la tranquilidad de haber cumplido su promesa.
Días después, justo cuando la Luna está por pasar a su fase menguante, el sigma está preparado para su retorno.
—¿Estás listo, Ed? —pregunta la madre, y este asiente.
—¡Sí, madre! —contesta.
—Los dioses y nuestra luna Calisto, te guíen en el camino de vuelta a casa.
—¿Madre y tú? —pregunta ansioso.
—Ve y haz lo que debes hacer. Ya no soy necesaria en la manada, Ed. Con que tú me hayas recordado me doy por bien servida.
—Pero…
—Ve, hijo. Ve y recupe