La sala de la directora era un espacio de madera oscura y libros polvorientos, un lugar que se sentía más como una prisión que como una oficina. Rachel, sentada con Cosette en su regazo, miraba a los otros padres, los ojos llenos de una furia helada.
Al otro lado de la mesa, Alaric sostenía a Alexei, su rostro era una máscara de preocupación y sorpresa. Los padres de Emily y Kevin, por su parte, se veían arrogantes y superiores, con una mirada de desdén hacia los dos niños.
—Señora, directora, es inaceptable. Su escuela es un refugio para criminales —dijo la madre de Emily con la voz aguda, señalando a Cosette y Alexei con un dedo—. Mi Kevin no tiene un solo rasguño, pero su hija tiene un historial de violencia. ¿Qué dice a eso? ¿Por qué cada semana escucho que mis hijos son acosados por esa niña endemoniada?
La directora, una mujer de expresión cansada, miró a Rachel con expectación. —Señora, le pido por favor que no usemos palabras despectivas hacia los niños… —habló ella al notar l