Las cosas no podían estar peores.
Alaric Winter tenía la expresión más desconsolada y lastimera que jamás se había logrado ver.
Orión Blaine, que estaba a su lado, solo lo observaba de manera un tanto curiosa, sumido en sus pensamientos mientras tomaba el vaso de licor en sus manos, como si de agua se tratara.
Hacía mucho le había dicho al cantinero que dejara la botella.
Algo que había provocado que Orión, solo se dedicara a cuidar del hombre al que su hermana le había roto el corazón tras rechazarlo con aquel devastador discurso.
—¿No vas a ir? ¿Cuándo vas a iniciar a burlarte? —Orión, que estaba en silencio, solo se encogió de hombros, como si aún no decidiera qué hacer con Alaric y su terrible aspecto—. ¿No dirás nada? Si no lo vas a hacer, ¡lárgate!
Sin duda, Alaric estaba muy irritado.
De nuevo, tomó de un trago todo lo que había en su vaso.
Cuando Orión notó su mano temblorosa al intentar tomar la botella, decidió quitársela y, lejos de decirle que se detuviera, solo le sirvió