El corazón de Destiny, que segundos antes había latido con una curiosidad inesperada, se detuvo.
El eco de las palabras de Kael rebotó en las paredes de la habitación del hospital, golpeándola con la fuerza de un puñetazo.
La revelación no trajo consigo una ola de alivio o felicidad, sino una oleada de incredulidad y un dolor tan agudo que le cortó la respiración.
—¿Qué? Son maravillosas noticias —dijo Sierra, su voz, un susurro cargado de asombro.
Orion se quedó en silencio, sus ojos fijos en el rostro pálido de su padre, esperando una explicación.
Destiny dio un paso atrás, haciendo un ruido sordo con su tobillo vendado que la hizo cojear.
Se alejó de la puerta y de las tres figuras que la observaban con una mezcla de esperanza y dolor.
Retrocedió hasta que su espalda chocó con la pared fría, y se acurrucó contra ella, como si intentara desaparecer.
—Pero ¿cómo es posible? —la pregunta de Sierra resonó en la habitación—. ¿Cómo llegó Destiny a manos de Rosewood? ¿Cómo le dirán que es