El mesero se acercó a la mesa y se fue con la orden de los niños, dejando a los tres adultos en un silencio tenso que era solo roto por el suave murmullo de la música del restaurante. Alaric, Rachel y Orión se miraban entre sí, con una mezcla de incomodidad y desafío.
Los únicos en la mesa que parecían disfrutar el momento eran Cosette y Alexei, quienes reían mientras hablaban del juego de la escuela.
—Espero que esta situación no haya arruinado su cena, Orión —dijo Alaric, intentando sonar cordial, pero su voz era rígida.
Orión soltó una risa seca, sin rastro de diversión. —No te preocupes. Nos hemos acostumbrado a los accidentes. Es lo que sucede cuando te cruzas con gente que no sabe controlar su... temperamento. —La palabra era una puñalada velada a Alaric, y Rachel lo notó.
Pues ella había sido quien se había descontrolado, y no entendía a qué venían las palabras de su hermano, por lo que le dio una mirada molesta, más aún cuando en todo el camino, él no había hecho más que burla