La mañana llegó demasiado pronto. Katerina apenas había dormido, atormentada por la pesadilla en la que se había convertido su realidad. Cuando los golpes en la puerta resonaron, su cuerpo se tensó de inmediato. —Señorita Volkov —anunció uno de los guardaespaldas desde el otro lado—. Debe prepararse. Prepararse. Las palabras sonaban como una sentencia. No tardó mucho en comprender lo que eso significaba. Aaron Morgan la iba a llevar al registro civil. Un acto tan hermoso que se volvió tan espantoso para ella. Iban a casarse. El peso de aquella verdad la hizo sentir mareada. No tenía elección. No tenía escapatoria. Katherine subió al vehículo con pasos lentos, casi como si cada uno pesara una tonelada. El metal frío de la puerta contra su mano le pareció un augurio: nada en ese día tenía calidez. Se sentó en el asiento trasero sin mirar al conductor. No lo conocía, y francamente, no le importaba. Sólo era otro engranaje más en la maquinaria que la arrastraba hacia
La noche había llegado, el gran salón de la Mansión Morgan resplandecía con lujo y poder, grandes amigos y socios Comerciales estaban allí.Candelabros de cristal iluminaban el mármol pulido, mientras los invitados, miembros influyentes de la alta sociedad y de los negocios, conversaban con copas de vino en la mano tratando de alagar con cada segundo que pasaba a Alessandro que se encontraba observando a sus hijas y a su esposa que descienden por las escaleras.Pero Katerina se sentía fuera de lugar aunque había participado en varias cenas con su padre, esto se sentía muy diferente para ella.La nueva integrante de la Familia Morgan vestía un elegante vestido negro, ceñido a su figura, pero no podía evitar sentir que aquella ropa no era suya.No pertenecía a ese mundo.No quería pertenecer a ese mundo, ella quería ser libre, pero sabe que aquello ahora nada más es un sueño muy lejano e imposible de alcanzar.A su lado, Aaron estaba impecable, con un traje negro hecho a la medida, su p
La noche cayó sobre la Mansión Morgan, envolviendo la propiedad en un silencio pesado, Katerina extrañaba Rusia, pero también estar lejos de su padre era un poco de calma para ella, aunque no pertenece en su totlaidad al mudno de su padre, sabía perfectamente como funcionaba aquello. Había un poco de lluvia afuera.Katerina observaba a través del cristal empañado de la ventana, con la mirada perdida en un horizonte que parecía tan lejano como inalcanzable. Afuera, la lluvia caía con una cadencia tranquila, como si el cielo llorara por ella. Dentro de la enorme casa, el silencio era espeso, cargado de una tensión constante, como si en cualquier momento algo pudiera estallar.Pensaba en cómo sería su vida si no hubiera nacido siendo hija de un hombre de la mafia. Se imaginaba caminando por las calles de Roma, con un vestido ligero ondeando con la brisa del verano, un helado en una mano, y un cuaderno lleno de ideas y sueños en la otra. Quizá estaría estudiando arte, o tal vez historia,
Katerina se quedó inmóvil, con el cuerpo tembloroso, mientras las palabras de Aaron aún resonaban en su mente.—No voy a llevarte a Rusia.El aire en la habitación se sentía sofocante.Pero ella no podía aceptar ese destino.No cuando su padre acababa de morir.No cuando sentía que lo único que le quedaba de su vida anterior estaba siendo arrancado de su ser.—No puedes hacerme esto —dijo con la voz temblorosa—. Tengo que ir a Rusia, Aaron. Es mi derecho. Por favor, despedirme de mi padre.Aaron la observó en completo silencio.Su expresión era gélida, impenetrable. Sus facciones masculinas estaban totalmente endurecidas.—No tienes derecho a nada.Katerina abrió los ojos con sorpresa y dolor.—¿Qué… qué estás diciendo?Aaron dio un paso hacia ella, su imponente presencia haciéndola sentir aún más pequeña.—Tu vida ya no está en Rusia, Katerina. Sergei te vendió a mí.Su voz fue tajante, sin espacio para dudas.Katerina retrocedió un paso, sintiendo cómo el aire le faltaba.—Eso no es
La noche se extendía silenciosa sobre la mansión.El reloj en la pared marcaba las tres de la madrugada.El aire era denso, sofocante, como si la casa misma presionara contra su pecho.Katerina abrió los ojos lentamente.Había dormido mal.La conversación con Aaron aún retumbaba en su cabeza.Sus palabras seguían clavadas en su pecho como espinas venenosas."Tu vida ya no está en Rusia.""Tu padre te vendió.""No tienes derecho a exigir nada."Rabia. Dolor. Desesperación.Su corazón latía con fuerza.Se sentó en la cama, sintiendo que la respiración le fallaba.No podía seguir aquí.No quería.No iba a quedarse un minuto más.Se puso de pie, su mente decidida.Si Aaron se negaba a llevarla a Rusia, lo haría sola.Se movió con cautela, mirando la figura inmóvil de Aaron.Él dormía profundamente.Su respiración era pausada, serena, como si no cargara con el peso de sus pecados.Katerina sintió una punzada de resentimiento.Él dormía tranquilo mientras ella se ahogaba en desesperación.D
El viento helado de Rusia golpeó a Katerina en cuanto bajó del jet privado.El suelo cubierto por una fina capa de nieve crujió bajo sus zapatos.Estaba en casa.Pero nada se sentía como antes.La fría realidad la golpeó con la fuerza de un tren en marcha.Su padre estaba muerto.Él, quien alguna vez fue su única familia, había dejado de existir.Un dolor indescriptible se apoderó de su pecho, cerrándole la garganta.Los recuerdos la golpearon sin piedad.Las noches en las que Sergei la abrazaba cuando tenía miedo.Los días en los que, a pesar de todo, su padre aún sonreía.Katerina no pudo contenerlo más.Se derrumbó.Cayó de rodillas sobre la nieve.Un grito desgarrador escapó de sus labios.—¡Papá!Su cuerpo temblaba violentamente.Las lágrimas cayeron sin control, empapando su rostro pálido.No importaba lo que Sergei hubiera hecho.No importaba que la vendiera.Seguía siendo su padre.Y ahora se había ido.Para siempre..Desde la distancia, Aaron la observaba.Su expresión era in
La atmósfera dentro de la lujosa suite del hotel estaba cargada de tensión. La discusión entre Aaron y Katerina había comenzado con palabras frías, pero poco a poco fue escalando hasta convertirse en una tormenta de emociones que ninguno de los dos parecía poder controlar.—¡Deja de actuar como si fueras mi salvador! —gritó Katerina, su rostro enrojecido por la rabia—. No hiciste esto por mí, lo hiciste por ti mismo. ¡Solo querías asegurarte de que tu negocio siguiera en pie!Aaron, que hasta ese momento había estado conteniendo su furia, dejó escapar una risa incrédula y oscura. Sus ojos verdes centellearon con peligro mientras avanzaba un paso hacia ella.—¿Negocios? —su voz era baja, pero afilada como una navaja—. Si solo fueran negocios, Katerina, te habría dejado con Khanna sin pensarlo dos veces.Ella se estremeció al escuchar ese nombre.—No…—Sí —Aaron la miró con dureza—. ¿Quieres que te vuelva a repetir la verdad? Si yo no hubiera intervenido, en este preciso momento estaría
El silencio envolvía la habitación como una manta pesada.Katerina estaba acostada de lado, con los ojos cerrados con fuerza, tratando de regular su respiración para fingir que dormía. Pero su cuerpo estaba tenso, demasiado consciente del sonido de la puerta abriéndose.Él había llegado.Podía escuchar sus pasos firmes cruzando la habitación, moviéndose con la seguridad que solo Aaron Morgan poseía.No se atrevió a moverse.No se atrevió a abrir los ojos.Sabía que si lo hacía, si lo miraba, su mente la traicionaría y le recordaría con demasiado detalle el beso que compartieron.Un beso que nunca debió suceder.Sintió el sonido sutil de la tela rozando el sofá, indicándole que Aaron había dejado algo allí.Y entonces, su voz.—Si vas a fingir estar dormida, al menos respira con normalidad.El tono de burla en su voz le produjo un escalofrío que recorrió su espalda entera.Katerina se aferró a las sábanas con más fuerza, negándose a abrir los ojos.Si lo ignoraba, quizás él perdería el