—Mamá —repite Adrien.

Elvana baja la mirada al pequeño, moviendo la mano para que se acerque a ella. Scarlett manotea sus palmas como una despedida. Elvana la mira con escrutinio, y capaz una curiosidad también que enciende esa llamarada de sorpresa. Scarlett se da cuenta de las luces en la camioneta estacionada afuera en la calle. Por el movimiento de los escoltas, tiene la idea de quién podría ser el alborotador de ellos.

Su propio esposo.

Gerald está a nada de acercarse cuando Elvana se da la vuelta, cargando a quien en definitiva es su hijo, y ambos se miran en la entrada del colegio.

—Gerald —pronuncia Elvana con clara conmoción—. Dios me libre. Creí que jamás te vería —y Scarlett no la entiende. Hablan en albanés a partir de ahora.

Atemorizada, Scarett vuelve a su esposo silencio, ligeramente con los ojos abiertos en Elvana, con una mirada propia de sobresalto. Gerald baja la mirada hacia el pequeño Adrien, dándose cuenta de algo que hubiese preferido no saber. Gerald se fija en