31. Extrañeza

Gerald ya está arreglado y perfumado cuando su esposa también está lista. Scarlett se acaricia su vientre y una timidez que la embarga lo tienta a verla con fijeza. La suavidad con la que la mira es estranguladora, extrañando la respiración tranquila, ese latido calmado, el olor de su pelo ya dentro de la mente como un ladrón hurgando. Esa lejanía, sea centímetros, lo molestan. Ella, hermosa como siempre, con el aura de un ángel, ligeramente avergonzada por esas mejillas rojas, se acerca sin dejar de tocar su vientre.

Gerald la toma de la cintura y de esa manera salen de la habitación.

Es la primera vez qué ocurre.

Era usual que Gerald saliera en la madrugada o de por sí no durmiera en la habitación. Los cuchicheos de las mujeres del servicio no se hacen esperar. Lo cierto es que es impresionante de manera enorme ver una cercanía en los señores que no sea de insultos o rabia. La señora Scarlett, sin embargo, mantiene su distancia, y no sonríe. Su seriedad no es de molestia. Si tan sól
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