65. Emboscada
— ¿Estás lista? — preguntó Remo a Marianné, a los pies de la mansión Cavallier.
Marianné asintió. Su corazón bombeaba y apuntaba a querer salirse en cualquier momento, y es que ahora que sabía la verdad sobre su vida, guardaba en su pecho demasiados sentimientos encontrados.
Remo ordenó a dos de sus guardias que se quedaran fuera de la mansión, mientras dos más los custodiaban a la puerta. La condición era aquella: No iba a entrar a esa casa sin su gente respaldándola. No se fiaba de su padre.
— ¡Mi niña! ¡Qué alegría verte! — saludó la nana de Marianné al abrir la puerta, con una sonrisa de felicidad en el rostro.
Marianné sonrió, y enseguida aprovechó para abrazarla con fuerza.
— Mi madre, nana…
— Está en el salón del té, mi niña. Te está esperando allí.
— ¿Y mi… padre?
La mujer bajó la mirada.
— No está en la mansión.
Marianné sintió alivio, a diferencia de Remo, que notó cierta particularidad en el tono de voz de la mujer.
— ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Por qué tienes esa cara?
— No me gusta