66. Marcello arriesga su corazón
Marcello llevaba las últimas tres horas tratando de comunicarse con Ginevra, pero ella definitivamente se negaba a contestarle, hasta que tuvo que sobornar a una de sus mucamas para que lo mantuviera al tanto de lo que pasaba con ella.
— ¿Señor Marcello?
— ¿Sí?
— Lo llamo porque… bueno… usted me dijo que si pasaba cualquier cosa con la señorita Ginevra se lo hiciera saber.
— Sí, ¿Qué pasó? ¿Ginevra está bien? — preguntó incorporándose fuera de la silla de su escritorio.
— Sí, el señor, su padre… bueno, él y la señorita discutieron muy fuerte y ella salió de la mansión.
Marcello abrió los ojos.
— ¡¿Qué?!
— Sí, señor, la señorita había solicitado hablar con su padre de algo importante y urgente. De repente se escucharon gritos, y lo último que vi fue cuando salió llorando.
— ¿Sabes a dónde fue?
— ¡Sí, señor! La verdad se veía muy mal y la alcancé en la puerta. Le di la dirección de mi casita. Allí mi madre iba a recibirla antes de que cayera el temporal. Se notaba que no tenía a donde ir